Desde siempre tuve claro que cuando tuviera un hijo le daría pecho. En las pocas ocasiones en las que había visto a una mamá amamantar, me parecía un acto tan hermoso y que rezumaba tanto amor, que estaba segura de que tenía que ser una experiencia increíble. Así que durante mi primer embarazo me informé y me formé con la ilusión de de conseguir una lactancia exitosa.
No podía imaginar, que eso iba a ser precisamente mi tabla de salvación para superar un post-parto con la sombra de la duda acechando; y que como conté en este post, tras una inducción sospechosa y un parto duro que acabó en inne-cesárea, la lactancia de mi Pequico, se convirtió para mí, en el mejor de los regalos. Porque en el momento crítico, en el que parecía que estaban confluyendo todos esos pequeños factores, que cada día, dan al traste con tantas lactancias, el aferrarme a la mía y conseguirlo, fue la medicina que mi cuerpo me necesitaba para “arrancar de mi tocadiscos el babyblues que parecía querer sonar, y convertir en hits, alegres melodías y baladas de amor”.
A lo largo de este tiempo, he dedicado varias entradas del blog a hablar sobre lactancia, pero hay una que tengo pendiente desde hace bastante tiempo y es el contar cómo mi lactancia con el mayor llegó a su fin. Así que he pensado que hoy, 1 de agosto, que se celebra el Día Mundial de la Lactancia Materna (#SMLM 2013), era un buen momento para hacerlo. Así, que a ello voy.
Aunque es cierto que la lactancia también puede tener sus sombras, yo siempre la he vivido de un modo muy positivo. Es cierto, que Pequico, en sus primeros meses mamaba con mucha asiduidad y necesitaba el pecho para dormirse, así que yo pasaba prácticamente el día con el pecho fuera. Pero para mí, esos momentos eran ratos de desconexión del mundo, de disfrutar de él y relajarme. Convaleciente de la cesárea primero y luego, aprovechando que era mi primer hijo y que aún no trabajaba, después de cada toma, lo dejaba largos ratos sobre mí, mientras leía libros sobre crianza y maternidad. Esos momentos piel con piel, no tenían precio. Ahí fue también cuando descubrí los blogs de mamás y comencé a adentrarme en este mundillo.
Nuestra lactancia era totalmente a demanda y con el tiempo, Pequico fue reduciendo las tomas hasta que a partir del año, más o menos sólo mamaba para dormirse. Recuerdo cuando me reincorporé a mi vida laboral, cómo salía sonriente de mi trabajo pensando en esa mirada chispeante de felicidad y ese cuerpecillo deseoso de aferrarse al mío, que me esperaban en casa, como si siguiéramos siendo aún uno solo. Ese rato dándole pecho antes de su siesta, era para mí reparador, nuestro momento, la manera en la que conseguía aparcar todas las preocupaciones y quebraderos de cabeza del trabajo y recuperar de una, esas caricias que nos robaba el devenir diario.
Por aquel entonces comencé a experimentar algunos episodios de agitación del amamantamiento (a la que ya dedicaré un post entero). Se solían dar en la toma de antes de dormir y nos retaron más de una vez, pero por suerte, aunque difíciles de digerir en su momento, ocurrían de forma muy esporádica, y nunca hicieron que me planteara destetar. Ambos disfrutábamos de la lactancia, yo sabía que era bueno para él y lo necesitaba, y mi intención era dejar totalmente en sus manos el momento del fin. Sin embargo no pudo ser del todo así, o al menos, no cómo yo había imaginado.
Después de dos años de dedicación exclusiva a mi pequeño, y en los que una segunda maternidad la veía tan lejana, mi cuerpo empezó a cambiar y aunque, con los miedos y dudas normales de cómo nos afectaría ello, comencé a desear ser madre de nuevo. Y casi, sin dar tiempo a replanteárnoslo, el corazón de mi Chiquico, empezó a latir fuerte dentro de mí. Tal y como me ocurrió en mi primer embarazo, las naúseas hicieron su aparición y al investigar descubrí que el cariban, que fue lo que me cortó los vómitos por aquel entonces, aparecía en e-lactancia.org con riesgo 2 (poco seguro). Imaginar sólo, la posibilidad de un destete brusco, me removía entera, además de que me hacía sentir culpable al pensar que igual nos habíamos precipitado. Bien por suerte, porque es cierto eso que de que dos embarazos no son iguales, o porque mi corazón se impuso a mi cuerpo, quién sabe, los vómitos se cortaron y conseguí sobreponerme a las naúseas.
Pero aquel no era el único obstáculo al que nos enfrentábamos, si soy sincera, no me veía practicando una lactancia en tándem, pero tampoco quería destetar a mi pequeño justo en el momento en el que quizá lo iba a necesitar más. Esos pensamientos vagaban por mi mente sin respuesta, desde antes incluso de quedar embarazada, y al final siempre acababa adoptando por solución, la técnica O,Hara de ya lo pensaré mañana.
Sin embargo, una vieja amiga hizo su aparición, y recién iniciado el segundo trimestre de mi embarazo, comencé a sentir la agitación del amamantamiento de nuevo, con fuerza. Además, en los últimos tiempos, el peque había cogido una costumbre muy frecuente entre los lactantes ya mayorcitos, la de sintonizar un pecho (acariciar el pezón) mientras mamaba del otro. Para mí, que en aquel momento, tenía una sensibilidad tan extrema en los pezones que solo el roce del sujetador me molestaba, dar de mamar comenzó a convertirse en una doble tortura. Doble, porque al dolor físico se sumaba un dolor más grande, el de sentir esos sentimientos de rechazo, ese impulso voraz e incontrolable de querer apartar a tu hijo de tu lado. Mi cuerpo me pedía a gritos poner fin a mi lactancia, pero se me hacía tan cuesta arriba negarle a mi pequeño algo tan natural para él. ¿Cómo hacerlo para que no fuera traumático para ninguno de los dos? ¿Cómo explicarle? ¿De verdad algo tan bonito iba a terminar así? Fueron días de dudas y zozobra, en los que el apoyo de mi compañero se tornó indispensable para devolverme la fuerza y la confianza que necesitaba. Confianza en mí, en nosotros, en que todo iba a ir bien.
Y entonces, como tantas otras veces, mi hijo me sorprendió y lo hizo todo mucho más sencillo de lo que pensaba. Es algo que he aprendido en este tiempo intentando respetar al máximo sus ritmos y sus tiempos, cuando menos lo esperas es él quien da él salto adelante y torna en simple lo complicado. Y esta vez fue así también, mi Pequico me lo puso fácil de nuevo. Comencé a explicarle que mamá tenía pupa en las teticas y que por eso, podía mamar, pero sólo un ratito. Él ya sólo reclamaba mamar para dormirse, así que, poco a poco, fuimos sustituyendo nuestro ritual de pecho-sueño, por mimos, besos y abrazos infinitos y aunque al principio le costaba un poco, comenzó a dormirse acunado en mi regazo primero, y abrazado a mí después. Hasta que un día, llegó la hora de dormir y no pidió pecho, sino abrazos; y a esa vez le fueron sucediendo cada vez más, y llegó un momento en que ya nunca lo volvió a pedir. Nuestro destete “pactado” o “semiinducido” o como queramos llamarle, había transcurrido sin traumas, sin llantos y de forma progresiva en apenas un mes. No me lo podía creer.
Estaba tan agradecida de que todo hubiese sucedido así, que al principio, no experimenté ese sentimiento de tristeza que sienten tantas madres, cuando sus hijos deciden poner fin a la lactancia. Tendrían que transcurrir algunas semanas, para que la alegría diera paso a la nostalgia y al anhelo de aquellos ratitos que ya no volverían. Aunque en mí, aún quedaba la duda, de si al nacer su hermano y verlo mamar, volvería él a sentir el deseo de lactar. Sin embargo eso no ocurrió, así que, después de 28 maravillos meses, nuestra historia de lactancia llegó a su fin. Una historia que no hubiese sido posible sin el apoyo incondicional que he tenido durante todo este tiempo de mi pareja y mi familia, de algunos buenos profesionales de la salud que me he encontrado en el camino y de vosotr@s, mi Tribu 2.o.
Por eso me parece muy acertado el lema de la Semana Mundial de la Lactancia 2013:
Apoyo a las madres que amamantan: Cercano, continuo y oportuno.
(Algo que se podría extender no sólo a la lactancia, sino a la crianza en general).
Gracias por todas esas veces en las que me habéis apoyado!!
Si queréis sumaros al Carnaval de Blogs que ha organizado Pilar Martínez para celebrar este día pinchad aquí. También podéis darle difusión a lo largo de hoy en las redes sociales con el hastag #Dialactancia
Por último os dejo unas ilustraciones sobre cómo lograr ese Apoyo a la lactancia materna, que he encontrado en la página que dedica la OMS a informar sobre la #SMLM2013 y que he conocido gracias a Jose Mª Paricio, pediatra y un gran defensor de la lactancia materna en nuestro país. Porque todos podemos contribuir a que nuestras mujeres, hermanas, familiares, amigas tengan una lactancia exitosa. ¡Muéstrales tu apoyo!!