Siendo estudiante de Medicina me marcó un libro de Gregorio Marañón que no he tenido ocasión de volver a leer, porque lo busco por doquier y no lo encuentro (¡ni en Google!). Se titula Vocación y Ética. Si alguien pudiera darme una pista de dónde conseguirlo...
Y recuerdo que el día que me colegié nos entregaron un Vademécum y el Código Deontológico. El Vademécum apenas lo abrí, pero reconozco que el Código Deontológico lo leí de cabo a rabo en un abrir y cerrar de ojos. Y me gustó.
Estamos tan preocupados por los avances científicos que muchas veces no empleamos el tiempo que merece la reflexión sobre el arte de la Medicina y su implicación ética. El nuevo código está disponible aquí.
Todavía no lo he leído del todo, pero prometo hacerlo (hoy me he enterado de su existencia). En breve dedicaré una entrada a las impresiones que saque.
En su primera página aparece el juramento hipocrático, que a mi gusto goza de lo que solo lo verdadero puede hacer perdurable:
Juramento de Hipócrates
JURO POR APOLO médico y por Asclepio y por Higia y por Panacea y todos los dioses y diosas, poniéndoles por testigos, que cumpliré, según mi capacidad y mi criterio, este juramento y declaración escrita:
TRATARÉ al que me haya enseñado este arte como a mis progenitores, y compartiré mi vida con él, y le haré participe, si me lo pide, y de cuanto le fuere necesario, y consideraré a sus descendientes como a hermanos varones, y les enseñaré este arte, si desean aprenderlo, sin remuneración ni contrato.
Y HARÉ participes de los preceptos y de las lecciones orales y de todo otro medo de aprendizaje no sólo a mis hijos, sino también a los de quien me haya enseñado y a los discípulos inscritos y ligados a por juramento según la norma médica, pero a nadie más.
Y ME SERVIRÉ, según mi capacidad y mi criterio, del régimen que tienda al beneficio de los enfermos, pero me abstendré de cuanto lleve consigo perjuicio o afán de dañar.
Y NO DARÉ ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un tal uso, y del mismo modo, tampoco a ninguna mujer daré pesario abortivo, sino que, a lo largo de mi vida, ejerceré mi arte pura y santamente.
Y NO CASTRARÉ ni siquiera (por tallar) a los calculosos, antes bien, dejaré esta actividad a los artesanos de ella.
Y CADA VEZ QUE entre en una casa, no lo haré sino para bien de los enfermos, absteniéndome de mala acción o corrupción voluntaria, pero especialmente de trato erótico con cuerpos femeninos o masculinos, libres o serviles.
Y SI EN MI PRÁCTICA médica, o aún fuera de ella, viviese u oyere, con respecto a la vida de otros hombres, algo que jamás debas ser revelado al exterior, me callaré considerando como secreto todo lo de este tipo.
Así pues, si observo este juramento sin quebrantarlo, séame dado gozar de mi vida y de mi arte y ser honrado para siempre entre los hombres; así lo quebranto y cometo perjurio, sucédame lo contrario.