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Si hay algo que amo de los celulares son los mensajes de texto. Amo el tener que decir en $50 que amas, odias o una candente invitación. No es como un chat o como whatsapp donde generas una conversación, esto es más similar a una carta de amor, donde escribes sin saber si tendrás respuesta. Tenía tantos mensajes guardados desde hace tanto tiempo, que me hacían recordar viejas aventuras o ex amores. Recuerdo con especial cariño los que me enviaba mi Conejo "Siempre serás la única conejita que viva en mi corazón", "Quiero volver a besar tus labios de rubí" o "Quiero hacerte el amor solo con tus botas puestas"... Conejo era un mago del SMS, los leí tantas veces que ya los aprendí de memoria. Esta noche no tendré qué leer para dormir con una sonrisa dibujada.Así también a través de esos limitados caracteres, pierdo la única forma que tenía de contactar a viejas aventuras, me gustaba torturarlos enviándoles mensajes calentones a altas horas de la madrugada para que nunca me olvidaran, muahajaja sí, la muy maraca, lo sé.
Recuerdo en una fiesta y luego de una cochinada en el baño de la anfitriona, decidimos intercambiar teléfonos con el susodicho aquel. Le pregunté el nombre para guardar su contacto y en la ebriedad me pidió que lo guardara como "el amor de mi vida". Así lo hice y hasta hoy, ya cinco años después, sigue dejándome de vez en cuando una llamada perdida, porque dice que le gusta la idea de que yo crea que el amor de mi vida realmente algún día me llamará.
Pierdo la esperanza de recibir la llamada de esos antiguos amores que aún quiero que vuelvan, mi Viejo, mi Conejo, mi Barman-Toyboy (así bauticé para ustedes a mi último amor, lea de él aquí). Cuánto daría por que volvieran a llamar -todos ellos, alguno de ellos, cualquiera de ellos- ahora ya no sabrán dónde hacerlo. Y junto con mi número pierdo la esperanza de recibir aquella llamada que espero hace ya tres años, de aquel innombrable pidiéndome perdón por partir mi vida en dos. Absurdas esperanzas, pero sigo siendo una romántica soñadora.
Y mientras voy escribiendo esto, de a poco voy cambiando de opinión. Quizás el perder mi número y perder el contacto de todos aquellos hombres también significa desligarme del pasado, terner la oportunidad de partir de cero, dejar ir definitivamente todas aquellas empolvadas historias que realmente nunca volverán a funcionar porque nunca funcionaron. Quizás es el espíritu santo de los teléfonos que me vuelve virgen de llamados y mensajes, porque a esta altura es de lo único que puedo volver a ser virgen. Mañana frente al ejectuvo de mi compañía decidiré si recuperar mi pasado o hacer borrón y cuenta nueva.