Escolares del colegio El Greco exhiben orgullosos sus cuadernos de campo
Javier Rico
Ni lavandera blanca, ni milano real, ni ruiseñor bastardo… y la semana pasada escribieron sus nombres en sus primeros cuadernos de campo. Y oyeron por primera vez historias apasionantes y algunas dolorosas (“¿pero eso es verdad profe?”) sobre estorninos negros, gorriones comunes y cigüeñas blancas. Y, lo más importante, también por primera vez, vieron en libertad y sintieron cerca a todas estas especies. Cuatro grupos escolares de segundo de primaria del colegio El Greco de Madrid quedaron entusiasmados con la biodiversidad que tienen alrededor. Tanto, que acabaron pidiéndonos una dedicatoria.
En ese momento, en el que nos piden que les dediquemos su primer cuaderno de campo, nos traspasan la emoción y el entusiasmo. Realmente, ese traspaso tiene lugar durante todo el recorrido. No nos cansamos de repetir que en Aver Aves la transfusión de conocimientos es mutua, entre otras cosas porque es bueno que ellos también se expresen, busquen e incluso dibujen.
Sí, hay alumnas y alumnos que se aventuran a dibujar el mirlo común que acaban de ver. Todas las fotos de este artículo son de esos cuadernos de campo, que también forman parte de un importante trabajo previo y posterior realizado por profesoras y profesores. Es una manera de que la actividad se prolongue más allá de la salida en sí.
Dos maneras muy particulares de representar a un mirlo
Nunca habíamos salido con un grupo escolar de segundo de primaria (sí de tercero en adelante), que comprende alumnos entre los siete y ocho años. Lo habíamos hecho con niños y niñas de esas edades en salidas con familias, dentro de grupos más heterogéneos. El colegio público El Greco, ubicado en el distrito madrileño de Villaverde, nos ha permitido probar y demostrar que estos safaris urbanos también calan hondo en esas edades.
Ayuda mucho que, sin salir del recinto escolar, miren a lo alto y vibren con las formaciones en uve de bandos de gaviotas que van camino de los vertederos y otros puntos de alimentación; que enfoquen hacia los tejados de los edificios de viviendas cercanos y vean y oigan a los estorninos negros y su repertorio de cantos e imitaciones; o que en su propio patio del recreo vean cómo gorriones y lavanderas se alimentan de restos de sus bocatas o de pequeños invertebrados en las zonas con tierra y vegetación.
Su primera lista de aves vistas. Todas en el interior o entorno de su cole.
Muy importante esto último. Tenemos comprobado que en aquellos centros escolares, sean colegios o institutos, donde el cemento abarca la totalidad de su superficie y las plantas brillan por su ausencia, es menor la variedad de aves que se mueven por el entorno. Por el contrario, la avifauna es más notoria si existen pequeños jardines, setos y areneros. Y se dispara si el centro cuenta con algún huerto.
Tras cuatro cursos saliendo con grupos del colegio El Greco también ha ocurrido que gran parte del trayecto que hacemos hasta alcanzar el río Manzanares ha sido intensamente modificado. La construcción de un polideportivo, la creación de nuevos accesos al cauce (incluido el asfaltado de caminos) y la continua “limpieza” de las márgenes de este, con tala y poda de árboles, han mermado la calidad y cantidad de la biodiversidad.
¡Anda, pero si por aquí se ha colado un animal que también vuela, pero no es un ave!
Además de hablar sobre los mirlos, milanos, ánades, colirrojos y carboneros que nos encontramos, la transformación del hábitat forma parte del contenido didáctico de las rutas de Aver Aves. Resultó muy tierno ver a los peques entonar un “uhhhhhhhh” de reproche al camión que trasladaba un ciprés recién talado. Es una manera de aprender y reaccionar, en vivo y en directo, a mucha de la teoría que se vierte en las aulas y los libros.
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