¿Le encargarías a un niño de 5 años que se ocupase de su hermano de 1 mientras tú te vas una hora a la compra? ¿A que no? Pues por esa regla de tres no puedes pretender que se ocupen solos de su seguridad. Y mucho menos la estrategia para que aprendan a reaccionar consiste en que le tengan miedo a todo.
- Nunca hables con extraños. Es la regla repetida hasta la saciedad por todos los padres. Parece que si los niños la consiguen recitar, podemos descansar tranquilos. Pero esta regla es absurda. Los niños ven que sus padres la rompen constantemente (hablando con extraños) y les incitan a romperla también a ellos (“saluda a la señora” “contesta a la pregunta del señor”…etc.). Así que al final sólo aprenden que eso es algo que sólo papá y mamá comprenden y ellos nunca entenderán. Además, los niños hablan con extraños de todas formas. Si además les decimos que un “extraño” es alguien malo, los niños se imaginan automáticamente a alguien con pinta de monstruo y no lo asocian con el dependiente de la tienda o el simpático nuevo vecino.
La regla “nunca hables con extraños” no sólo no funciona, sino que además puede ser perjudicial: Los niños aprenden que las personas que conocen no les van a hacer daño porque no son extraños (y el 90% de abusos infantiles son cometidos por conocidos o familiares).
La finalidad de la regla, en teoría, es que los niños se mantengan a salvo cuando están solos, porque si los padres están presentes, da igual que hablen con extraños, no? Al fin y al cabo estás tú ahí para poner orden en caso necesario. La ironía es que precisamente hablar con un extraño es la mejor arma de la que disponen los niños en caso de perderse: para pedir ayuda. Las posibilidades de que un niño elija a un depredador sexual por sí mismo son casi inexistentes. Las posibilidades de que un depredador sexual elija a un niño perdido como víctima son bastante más altas.
Así que al final no se trata de que no hablen con extraños, sino de que no se vayan con un extraño a ningún sitio, porque si el extraño es malo y le quiere hacer daño y habla con él, precisamente esa es su intención. Mientras el niño sólo hable y sigan en un lugar público, no podrá hacerle nada.
Como de Becker dice: “The issue isn’t strangers, it is strangeness. It is inappropriate behavior that’s relevant: a stare held too long, a smile that curls too slowly, a narrowing or widening of the eyes, a rapid looking away.” Los niños que hablan con extraños (o que rechazan por sí mismo hacerlo) están ejerciendo su intuición, aprenden lo que les hace sentirse a gusto y lo que no. Este aprendizaje puede ser fomentado y perfeccionado por un padre vigilante: “qué pensaste de aquél hombre que se te acercó en la tienda? No me gustó cómo miraba/sonreía, no quería hablar con él. Bien hecho, cariño, si no te sientes bien con alguien o no te gusta, no tienes que hacer lo que te diga sólo porque sea más mayor”.
- Si te pierdes, busca un policía. Otra regla absurda. Un niño que se pierde sólo ve piernas. Y si se ha perdido es que ha perdido el par de piernas que le correspondía seguir. Un niño, además, no puede diferenciar entre un policía y un guardia de seguridad (y esta última profesión es de las preferidas por la mayoría los asesinos en serie y violadores). Además, incluso si supiese la diferencia, tardaría bastante en encontrar un policía en según que sitios.
¿qué es lo que tienen que aprender entonces?: Si te pierdes, busca una mujer. Es políticamente incorrecto, vale, pero se trata de seguridad, así que lo políticamente incorrecto aquí sobra (dicho por el autor): es raro no, rarísimo que una mujer resulte ser un depredador sexual. Además las mujeres, por naturaleza, tienden más a tomarse en serio y ocuparse de un niño perdido que les pide ayuda (un hombre, por lo general, le señalará donde está el stand de información). Y esta regla, además, funciona porque es práctica y es simple. Y sobre todo, enseñar a los niños a elegir con quién interactúan en vez de dejarse elegir es una lección que les servirá el resto de su vida.
Asimismo es útil, en caso de ir a un sitio concurrido, por si las moscas, elegir un punto de encuentro o advertir al niño de que nunca enviarás a nadie a buscarle sin avisarle (aunque llegues tarde)…etc. Y sobre todo, no meterles miedo. No decir cosas como “todo el mundo es malo” o “no estás a salvo en ningún sitio”, porque lo que ocurre es que su experiencia de todos los días les demuestra lo contrario y acaban por no tomarse en serio los miedos de sus padres y no hacerles caso cuando de verdad importa.