El bar es el de siempre. La tele permanece encendida y sin sonido, una delicadeza del camarero hacia su clientela, compuesta por distinguidos solitarios. El conserje bebe su carajillo mientras rellena un boleto de apuestas. Una señora mayor que ha pedido té con pastas mira fijamente la superficie humeante mientras adora a Narciso.
Yo me entretengo con la caja tonta, evito así prestar atención a los cien pensamientos que vuelan por encima de mi sombrero. Ahora hay anuncios que muestran trozos de felicidad empaqueta. Luego viene el Telediario, donde un hombre con traje y corbata dedica a cámara una sonrisa tan descafeinada como mi café.
Café sin cafeína, espacio sin tiempo, bar sin ruido. No es raro, es física cuántica. Cucharillas contra porcelana, concierto experimental para oídos exquisitos. * * * * * * * * * * * * *
Café sin cafeína, espacio sin tiempo, bar sin ruido. No es raro, es física cuántica. Cucharillas contra porcelana, concierto experimental para oídos exquisitos. * * * * * * * * * * * * *