Revista Opinión

O cambiamos el chip, o no nos ampara nada

Publicado el 06 febrero 2012 por Javierm

Si alguien ha seguido atento a las declaraciones de los nuevos ministros, habrá escuchado una serie de medidas en todos los ámbitos que suponen no precisamente una continuidad con lo anterior, sino la implantación de medidas que vienen a cambiar de una manera significativa el estado del bienestar y por ende a todos nosotros. Es decir, no es un mero “cambio administrativo” lo que pretenden, sino un cambio de sistema en toda regla. La implantación hegemónica de una nueva cultura de ver lo público desde la óptica de lo más brutal del capitalismo.

Este cambio hegemónico no empieza ahora, a mi juicio. Llevamos ya mucho tiempo donde la derecha, (las derechas), han venido trabajando paulatinamente para ese propósito. Quien sea madrileño sabrá que desde el año del tamayazo, el 2003, el PP de Esperanza Aguirre ha ido implantando una nueva cultura de acoso y derribo a lo público que va a terminar desmantelando el estado del medioestar en la región, privatizando todo lo privatizable a partir del 25 de marzo, una vez que pasen las elecciones andaluzas.

A esta implantación del modelo neoliberal estamos contribuyendo desde la izquierda porque a lo que dedicamos más tiempo es a mirarnos al espejo de la derrota. Encerrados en nuestras propias cuitas internas no somos capaces de crear una alternativa mínimamente creíble que trabaje a largo plazo con el fin no ya de conseguir un cambio de gobierno, sino a aspirar a ser hegemónicos culturalmente. Y sostengo que la única forma de conseguir esto ya no pasa por una refundación que atraiga a un conjunto de grupos y gente de izquierda que hoy está dispersa, sino toda una regeneración de personas y métodos que deje paso a gente sin hipotecas y sin trincheras sectarias inútiles que defender y que sea capaz de trabajar transversalmente y de conectar con múltiples espacios que hoy están fuera de los partidos políticos, mirando perplejos como proponemos una cosa y a la menor ocasión hacemos la contraria.

Y o nos damos prisa, o no van a quedar ni los restos de la fiesta neoliberal.

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