O el miedo a estar enamorado o a sentir cualquier sentimiento sobre el amor.
Este san Valentín estuve pensando bastante en la dualidad amor-odio que genera ese día entre la gente. Enamorados vs. solteros, románticos vs. escépticos....
Pensé especialmente en el lado de la balanza menos favorecido, los que no tienen ( tenemos) amor, los que han acabado renegando a él, los que proclaman una y otra vez que esta fiesta como todo lo demás no es más que un negocio creado por determinadas empresas y que no hace otra cosa que atontar a los inocentes que aún creen en el amor y hacer que los que siguen solteros, se vean obligados a cenar cara a cara con la soledad esa noche.
Estar solos no nos debería dar miedo, porque al fin y al cabo nos tenemos a nosotros mismos que acabaremos siendo la relación más larga de nuestras vidas ( de ahí la importancia de quererse y mimarse cada día). Sin embargo, y por mucho que lo neguemos, nos lo auto neguemos y proclamemos lo mucho que odiamos a esas parejitas que parecen que no tienen en mente otra cosa que no sea caer en los brazos del otro, lo cierto es que quizás el problema es que la decepción de las promesas incumplidas, de las esperas sin fruto, de los fríos sin calor, sean el fuego que alimenta ese monstruo solitario y frío que nos acabará consumiendo si no somos lo suficientemente listos.
Desde pequeños se nos crean expectativas, se nos muestra el camino "correcto" a seguir en la vida, a luchar por eso, sin contemplar alternativas, sin ser sinceros. El problema viene cuando la verdad, que es bella pero muy puta, se presenta de manera directa y cruel, mostrando el espejo de la realidad, de aquello que solo intuimos en el fondo pero que nunca queremos admitir.
Seguramente odiamos san Valentín porque nos recuerda que seguimos esperando pero que ese alguien especial, esa media naranja, ese medio limón o lo que quiera ser, nunca aparece; que tampoco nos atrevemos ya a intentar salir a buscarlo, a dar el siguiente paso, a llamar cuando te dan su teléfono, a invitarle a un café, a reír si dice algo gracioso y a besar si es lo que nos pide el cuerpo.
Vivimos basados en el miedo, renunciando a lo más divertido de la vida, que es la aventura del riesgo y el fracaso, la búsqueda del camino que nos lleve a la meta final, a la victoria.
Odiamos San Valentín porque no recibimos esas postales tan comerciales que llenan el corte inglés con un mes de antelación, porque nadie nos dice lo guapos que estamos recién levantados ni nos hacen el amor los días de lluvia.
Odiamos San Valentín, porque odiamos enfrentarnos a nosotros mismos.
Revista Pareja
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