Revista En Femenino

O follamos todos o echamos la puta al río

Por Expatxcojones

O follamos todos o echamos la puta al río

Fiesta de Fin de Año. Barcelona, 2014.expatriadaxcojones.blogspot.com


Dani es uno de mis mejores amigos. Hubo una época en que nos veíamos casi a diario. Al contrario que ahora. Ahora nos vemos muy poco. Y lo echo de menos. Por eso cuando me enteré que no nos íbamos a ver en fin de año la noticia me cayó como el culo.
Lo tenía todo planeado. Un niño con cada abuela. El piso de un colega para pasar la noche. Todo, hasta el último detalle, estaba calculado y en cinco minutos… se fue al carajo.
Estaba enfadada. Cabreada. Decepcionada. Triste.
A Dani lo conocí hace más de una década. En un casting. Acababan de abrir una televisión en la ciudad y buscaban reporteros. A los candidatos nos hacían una prueba. Él era el cámara y yo la aspirante al puesto.
Nos reunieron en una sala. Nos entregaron un teletipo. Se trataba de un tema de sucesos. Algo de un chino muerto en extrañas circunstancias. Teníamos que redactar la noticia y, después, simular una conexión en directo.
No sé cómo ni porqué pero el caso es que me cogieron. En ese momento todavía no lo sabía pero iba a ganar más que un puesto de trabajo con contrato y sueldo fijo. Ganaría un amigo. Un buen amigo.
Los dos hacíamos el turno de fin de semana. Entrábamos el jueves y terminábamos el domingo. Las jornadas eran de diez horas, así que nos pasábamos los cuatro días allí metidos. Encerrados en ese plató donde siempre hacía mucho frío.
Dani era, entre muchas otras cosas, el encargado del material. Cada mañana entrábamos juntos en ese cuartito donde guardaban los equipos y yo le iba pidiendo lo que necesitaba para salir de rodaje. La cámara. Un trípode. Micro de mano. De corbata. Baterías. Cintas. Cables. La llave del coche. Él lo anotaba todo en una hoja. Apuntaba la hora. Las referencias. Mi nombre. Yo solo tenía que firmar.
A esa hora Dani se movía lentamente. Sus extremidades todavía entumecidas por el sueño o la falta de él. Tranquilo. Pausado. Al ralentí. Como es él. Y yo… pues yo entraba acelerada. Excitada. Parlanchina. Explicando alguna chorrada de la noche anterior. Moviéndome. Gesticulando. A tope de energía… como soy yo.
Al mediodía comíamos juntos. Había gente que se traía el tupper de casa. Nosotros no. Preferíamos gastarnos parte de nuestro mísero sueldo en el bar de la esquina. Y fue en esas comidas grasientas donde se fraguó nuestra amistad.
Dani conocía a Toni del cine Boliche. Los dos habían coincidido allí trabajando. Cuando el cine cerró y la tele nos puso de patitas en la calle, ellos decidieron invertir sus indemnizaciones y montar un bar.
Estaba situado en el barrio del Borne. En una calle estrecha, fría y poco transitada. Lo pintaron. Lo decoraron. Colocaron un cartel nuevo. Idearon un menú y se pusieron tras la barra. Le llamaron KAN KAN.
Toni es un cachondo. Su sentido del humor es la ostia y lo mejor es que le sale sin pensar. Sin querer. Exactamente igual que su mala leche. Porque si tiene un día bueno te partes pero cuando tiene un día malo es mejor huir. Recuerdo una vez que estaba por el barrio grabando. Iba con todo mi equipo. En un descuido me robaron la bolsa. Perdí los micros inalámbricos, los cascos, mi monedero, un par de gafas de marca y la pasta que llevaba. Estaba hecha polvo. Arrastrándome entre en su bar. Le expliqué lo que me había pasado. Él me miró y, muy serio, me soltó.
   —Pues te jodes, la vida es dura —y se quedó tan ancho.
No sé cuántas horas habré pasado en ese bar pero son muchas. Muchísimas. A veces, acompañada. A veces, sola. Allí siempre estaban ellos y allí conocí a todos los demás.
Conocí a Vivi. La mejor amiga de Toni. Están juntos desde el jardín de infancia. Lo suyo es como una relación de pareja pero sin sexo. Quizás influya algo que a Toni le gustan los hombres y a Vivi, también. Vaya una… Entre semana va de chica seria. Tiene un trabajo fijo en la administración local. Un pisito de soltera en Poblenou y sus interminables clases y cursos varios. Le gusta la esgrima, practica la vela y se prepara para el triatlón. La muy hija de puta está morena todo el año. Y no es que haga UVA. Se va a bucear a las Maldivas o a descansar a las Seychelles. Y lo hace en enero. Febrero. Dejándonos a los demás con una envidia de tres pares de cojones.
Luego están Alfredo e Irene. Irene es amiga de Dani desde el colegio. Cuando la conocí no me lo podía creer. Siempre estaba de buen humor. Riendo. Diciendo tonterías. Haciendo burradas. A tres mil revoluciones por hora. Quizás por eso son tan amigos. Antagónicos hasta el final. Complementarios desde el principio.
Irene había dejado su trabajo en una empresa de publicidad. Abandonó los anuncios por la ropa. Montó una tienda con otra socia. Las dos se encargan de hacerlo absolutamente todo. Diseñar las prendas. Hacer los patrones. Buscar las telas. Vender los modelos. Preparar los escaparates. Incluso diseñan sus propias bolsas. Menos coser, lo hacen todo. Para coser ha contratado a las viejecitas del barrio. Modistas de toda la vida que se dejan el alma en cada puntada que dan.
Irene no es Irene sin Alfredo. Su novio. Su compañero. Ahora, también, el padre de su hija. Julieta. Pero esa es otra historia. Quizás la cuente otro día.
Alfredo es escritor. Freelance. Hubo un tiempo en que también trabajó para otros pero su dolor de espalda le recordaba, intermitentemente, que aquello no era lo suyo. Y lo dejó. A él le hicimos un reportaje para la tele cuando sacó su primer libro Guapos y Pobres. Un retrato divertido de la juventud barcelonesa que capturaba a la perfección esa mezcla de peña entre molona y mileurista que intenta sobrevivir en la ciudad condal. El parque temático de los turistas de todo el mundo. 
En el KAN KAN comenzó todo. Pero todo lo que empieza termina y un día el bar cerró su persiana para siempre. Se acabaron los zumos de los martes, las cervezas de los jueves y los mojitos de fin de semana. El local pasó a manos de unos italianos ¿o eran argentinos?Mientras, Toni y Dani decidían que iban a hacer con sus vidas. Los demás seguimos con las nuestras como podíamos.
Llegó la crisis. Fueron tiempos difíciles. Sobretodo para Dani ¿Qué hago yo ahora? Se preguntaba. Y entonces decidió estudiar y estudió. Mucho. Se pasaba horas en la biblioteca. No tenía un duro. Suerte que estaba Sergi. Sergi siempre estuvo allí. Sergi es la pareja de Dani. Todavía recuerdo el mosqueo que me pillé cuando lo conoció. No porque lo conociera sino porque no me lo contó a mí primero sino a Marc. ¡Joder! Después de los rollos y rolletes que le había explicado. Los líos. Los polvos. Las peleas. Los mensajes y los TO-DOS… Una historia suculenta que tiene y se la cuenta a mi ex. ¡Hay que joderse!
Sergi y Dani empezaron poco a poco. Primero vivían cada uno por su cuenta. Luego, Sergi se instaló en el piso de Dani. Que a su vez se lo había alquilado a un tío que, de vez en cuando, aparecía por allí. Porque en realidad era su casa. La de él y la de todos los desamparados. Corazones rotos. Y es que allí nos íbamos cuando rompíamos con nuestras parejas. Primero fue Núria. Después, yo. Más tarde, Toni.
Y es que aunque el piso era antiguo. La habitación de invitados pequeña y la cama diminuta. El lugar era de lo más acogedor. Sobretodo porque llegabas del trabajo y ahí estaban ellos. Esperándote para mimarte. Para quererte. Para reír. Dejándote notas en la nevera con imanes de colores. Ese piso era como una enfermería. Allí pasabas el shock post traumático de la ruptura. Cuando te recuperabas, hacías las maletas y solo volvías si te invitaban a cenar. O a comer. O a cantar. O a mirar una peli. O siempre que querías. La puerta estaba abierta.
Y así conocí a Sergi, que por aquel entonces trabajaba en un videoclub. Aunque había estudiado audiovisuales en una de las mejores universidades. No se atrevía a dar el salto. Tenía un trabajo fijo. Estable. Y le gustaba. Al fin y al cabo era cine ¿no? Pero lo hizo. Dio el primer paso y hoy no hay quien lo pille. Encadenando un proyecto tras otro. Cuando muchos se quejan de la crisis a él las cosas no podrían irle mejor.
Tan bien les va que se acaban de comprar un piso. En la Rambla del Poblenou. Parece que ahora es el barrio de moda. Allí teníamos que cenar. Todos. Vivi. Toni. Alfredo. Irene. Dani. Sergi. El Kalvo y yo. Y a punto estuvo de echarse todo a perder. A punto estuvimos de no vernos pero, al final, todo se arregló. Hicimos la cena. Como habíamos planeado. Con mucha comida y todavía más alcohol. Incluso cotillón. Eso sí, de calidad, que lo traía Irene y ya sabía que en el piso nuevo el confeti estaba prohibido. Ya tenemos una edad...
Así que cenamos. Brindamos. Dijimos, uno a uno, y en voz alta nuestros propósitos para el nuevo año. Jugamos al juego de los matrimonios. Poniendo nuestros nombres en un papelito. Sacándolos a suertes y mirándonos fijamente hasta dar con nuestra pareja. Una, dos, tres veces. Las que hiciera falta hasta encontrarla. Y a mí me tocó Dani. 
Ya lo hemos pensado. Para celebrar nuestra unión marital nos iremos de cena. A un buen restaurante. De esos caros donde sólo comes si reservas con un mes de antelación. Y lo haremos solos. Él y yo. Que últimamente siempre quedamos en grupo por eso de O follamos todos o echamos la puta al río. Esta vez, no. Esta vez tendremos nuestro particular escarceo. Nos lo debemos. El matrimonio lo exige. Como mucho, vamos a hacer un Ménage à trois. Él, yo y la puta… si viene al caso.

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