La diferencia es abismal. El lenguaje ordinario emplea estas expresiones con una distinción y precisión admirables. La palabra arte designa diversas cosas y acciones ejecutadas por los hombres con un especial conocimiento de lo que hacen y que la mayoría de la gente no sabe hacer.
Todos los oficios artesanales requieren el dominio de ciertas reglas para la transformación de las materias primas en productos útiles a la humanidad, que terminan por hacerse necesarios. El aprendizaje de esas reglas basta para crear las obras del arte. Desde el hacha de sílex a la lujosa vajilla de comedor, todas son anónimas. No fueron inventadas por sus autores, sino ejecutadas según las reglas técnicas y decorativas del oficio. También son acciones del arte las realizadas en actividades reservadas a especialistas y vedadas a los que no han aprendido sus reglas. La equitación, la cetrería, la esgrima, la guerra, la política, la oratoria forense, la medicina no científica y las habilidades basadas en el conocimiento experto de tradiciones del buen hacer o del bien obrar, no son creadoras de arte, pero sí acciones del arte.
Las acciones profesionales del arte añaden eficacia a los fines y brillo social a los medios. Las recuerdo aquí para que se comprenda mejor la diferencia de función entre las obras del arte necesario, dictadas por reglas tradicionales, y las obras de arte arbitrario, dictadoras de nuevas reglas para expresar de otra manera lo bello, lo sublime o lo terrible que encontramos en la Naturaleza y la Humanidad. Estas obras crean arte. Aquéllas son creadas por el arte.
Esta distinción, mucho más profunda que la basada en criterios estéticos, nos permite acercarnos al mundo actual de las bellas artes para saber si sus desconcertantes producciones artísticas son solamente obras del arte decorativo o industrial, devenido necesario en las modernas sociedades de consumo, o constituyen verdaderas obras de arte creador, tan inútiles para la vida material de los pueblos como indispensables para la de su espíritu.
La denominación «bellas artes» no sirve ya para calificar ambos tipos de arte. Lo que esa voz significó hasta finales del XIX lo dice ahora la expresión «gran arte». El primer tipo se ha desarrollado vertiginosamente porque la sensibilidad, el buen gusto y la inteligencia de las formas no tienen en él la importancia que en el gran arte, y responde a la demanda de lo chocante o lo incomprensible, en el mercado de compradores de cultura para colgarla en casa o en museos provincianos.

Pese a mi pasión por los modernos (Monet, Cézanne, Degas, Van Gogh, Modigliani,Rodin), no espero encontrar algo inteligible en los apologetas del arte abstracto o experimental, con lo que pueda estar de acuerdo o en desacuerdo. Si hay algo verdadero o valioso para la humanidad en las obras del arte actual, ¿por qué nadie ha podido en más de un siglo explicarlo con lenguaje claro y concreto?, ¿acaso no saben los críticos que la jerga de sectas o profesiones siempre ha sido un recurso de la ignorancia o el fraude?.