Aunque editado en 1998, algunos descubrimos la existencia de Obras maestras del error semanas atrás, gracias a esta contratapa que Juan Pablo Feinmann publicó en diciembre pasado. Es probable que el libro de Juan José Panno cause menos sensación ahora, con tantos blogs atentos a las metidas de pata periodísticas y ante una prensa online con desaciertos más recurrentes y flagrantes que los de la prensa impresa, televisiva, radial. Sin embargo, a trece años de su primera aparición, el compendio mantiene su vigencia.
En tiempos en que los medios todavía conservaban cierto halo sagrado, esta combinación de archivo y anecdotario habrá resultado una propuesta original, sobre todo desmitificadora. De hecho, el error aparece como inherente al ejercicio de una profesión que exige velocidad, que enfrenta las presiones/alteraciones/contradicciones de un trabajo en cadena forjado por redactores, correctores, editores, diagramadores, jefes de redacción (nombramos a los más representativos del periodismo gráfico).
En un prólogo que podríamos calificar de afectuoso, el autor aclara su intención de evitar los juicios de valor y el discurso pedagógico. Los aspirantes a periodistas no deberán entender este libro como un manual de infalibilidad, sostiene. Los colegas no deberían sentirse cuestionados.
Quizás lo más sabroso de Obras maestras… sea la recopilación de anécdotas en redacciones y estudios de radio y televisión. Pero que los espíritus cholulos no se ilusionen demasiado pues Panno evita revelar identidades salvo cuando cita a contados periodistas de renombre que accedieron a confesar algún macanzo jugoso (cabe destacar la inclusión del propio autor entre estas excepciones con sentido del humor).
La recopilación de títulos, copetes, párrafos con faltas de tipeo, ortografía, redacción, sentido se divide en dos grandes partes. En la primera, las capturas cuentan con un anclaje escrito que detalla el error detectado. En la segunda, mucho más escueta, somos los lectores quienes debemos encontrar la metida de pata (aquí Panno no puede con su genio docente).
En cambio y en general, la transcripción de furcios radiales y televisivos carece de especificaciones que los contextualicen.
Con sus años a cuesta, Obras maestras del error sigue proponiendo un ejercicio saludable que consiste en reconocer las limitaciones de quienes están (¿estamos?) más entrenados para señalar falencias ajenas que para reparar en las propias. Irresistible invitación para lectores (auto)críticos.
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PD. Hablando de obras maestras del (t)error.