Estaba convencido de que el futuro sería mejor, mucho mejor. Pero el futuro ha llegado y hemos involucionado tecnológicamente. Podemos alucinar con muchos de los gachets que nos rodean, pero nos movemos en coches que se desplazan por la combustión de un fósil y nos enfríamos con las aspas de un ventilador que bien podría funcionar a pilas, que por cierto, siguen operativas. “La primera pila eléctrica fue dada a conocer al mundo por Volta en 1800, mediante una carta que envió al presidente de la Royal Society londinense. Se trataba de una serie de pares de discos (apilados) de zinc y de cobre (o también de plata), separados unos de otros por trozos de cartón o de fieltro impregnados de agua o de salmuera, que medían unos 3 cm de diámetro”, según la Wikepedia.
Esta puede resultar una cuestión un tanto fundamentalista, pero sirve de introducción a la verdadera observación. ¿Es mejor la tecnología actual que la de hace algunas décadas? Admito que la aparición del DVD fue impactante, un importante avance en muchos aspectos, ¿pero cuántos reproductores han tenido desde que se consolidasen en nuestro país? El DVD apareció en 1997 y seis años después consiguió superar en alquiler de películas a su predecesor. Muchos españoles tuvieron el mismo VHS desde que se lo compraron hasta que lo jubilaron, la mayoría superó la década de diversión y porno sin problemas. Muchos han perdido la cuenta del número de reproductores de DVD que han tenido en los últimos diez años. Cierto, también, que la capacidad adquisitiva de la población creció muchos durante esos años y llenamos nuestras casas de todo invento potencialmente interesante que llegó al mercado. La economía capitalista tenía que crecer y creció, encontró la forma de hacernos necesitar más y más cosas.
Algo parecido ha sucedido con la música. Antaño un walkman debía durar y duraba, su pérdida, lesión o substracción podían suponer una tremenda bronca y un adiós prolongado. Tampoco consigo recordar el número de reproductores de Mp3 que he tenido, un día no se levantan y ya está, mueren. Sin avisos, pero también sin disgusto. Nos hemos acostumbrado. Se compra otro, son baratos. Este planteamiento lo mantengo desde que una plaga tecnológica se fue cebando poco a poco con cada nueva y glamurosa adquisición que he ido haciendo desde que el DVD sustituyó al VHS y el MP3 al casete. Resulta que toda esta conspiración contra mi tecnología no era tal, es global y se llama obsolescencia programada. La respuesta viene dada en el documental de RTVE “Comprar, tirar, comprar”, un documental que nos revela el secreto: obsolescencia programada, el motor de la economía moderna. “El documental, dirigido por Cosima Dannoritzer y coproducido por Televisión Española, es el resultado de tres años de investigación, hace uso de imágenes de archivo poco conocidas; aporta pruebas documentales y muestra las desastrosas consecuencias medioambientales que se derivan de esta práctica. También presenta diversos ejemplos del espíritu de resistencia que está creciendo entre los consumidores y recoge el análisis y la opinión de economistas, diseñadores e intelectuales que proponen vías alternativas para salvar economía y medio ambiente”.
Todo esto se traduce en algo muy sencillo; le ponen fecha de caducidad a los productos tecnológicos para que mueran y te compres, por el mismo precio, algo un poco mejor que te durará hasta que el fabricante haya desarollado el siguente modelo. Lo peor: tú lo vas a desear. (Apple vendió millones de iPhones4 avisando al consumidor que la cobertura era defectuosa) Un consejo: no guarden nada de valor sentimental en un disco duro de almacenamiento, arreglarlo costará diez veces el coste del producto.
ALFONSO CARDENAL