Revista Salud y Bienestar

Obstinación vs DIGNIDAD

Por Lolamontalvo
Obstinación vs DIGNIDADImagen perteneciente a ELMUNDO.ESAndrea tiene 12 años.      Nació con una enfermedad degenerativa que le daba muy pocas expectativas de vida, pero ha luchado siempre, mucho y duro, hasta llegar a hoy. Su situación desde hace un año para acá ha empeorado sin vistas a ninguna recuperación. Si leen cualquiera de los resúmenes que se publican estos días en los medios, verán que estos días los médicos han actuado reanimando y alargando una situación que nunca ha tenido salida. Andrea sufre y mucho... desde que nació, pero ahora es lógico pensar que sufre más, dado que está conectada a tubos de esos a los que todos les tenemos tanto miedo.      Los padres de Andrea, en la foto de arriba, no piden que se lleve a cabo un acto de eutanasia (algo por ahora no reconocido en nuestra legislación); piden que no le prolonguen más la vida de forma artificial, que la seden y que la dejen que muera tranquila.       El Comité de Ética Asistencial de Santiago emitió el pasado 14 de septiembre un informe favorable que recomendaba la retirada del soporte vital de Andrea y cuidados paliativos para ella y sus padres. Bien, pero lo que recomienda este Comité de Ética choca con lo que los médicos están dispuestos a hacer, según parece, por lo que se niegan a llevar a cabo esta recomendación que entra dentro de toda lógica y dentro de la necesidad indiscutible (creo) para toda persona hoy día de poder decidir sobre una muerte digna.      Esta capacidad de veto de los facultativos me retrotrae a mis primeros años de enfermera en los que tuve que vivir situaciones aberrantes en las que el médico era el que siempre mandaba y tomaba las decisiones (nunca la familia o el enfermo) y se llegaba demasiadas veces a la reanimación de personas sin posibilidad de supervivencia alguna, por aquello de lo que se conocía como ensañamiento o encarnizamiento terapéutico y que hoy se le da el suave apelativo de «obstinación terapéutica». La cuestión era que el médico no podía dejar morir a nadie, sea por la razón que sea, y he vivido por ello situaciones harto surrealistas que prefiero no recordar.      Que los médicos de este hospital de Santiago se impongan ante un Comité de Ética (que debe recomendar, no obligar) dice mucho de lo que se ha podido avanzar en la realidad práctica. Obstinación, encarnizamiento... se le llame como se le llame, estos médicos le niegan a un enfermo, a Andrea (no olvidemos su nombre), el derecho a morir con dignidad, sin sufrimiento. Su vida no tiene otra salida, no tiene otra esperanza. Bien está que la «humanización» en la práctica asistencial de la que tantos hacen gala se ponga en práctica de verdad y no solo alardeando en papeles, en publicaciones y congresos. Es en estos casos de la vida real donde la práctica debe materializar a la teoría.      Espero y deseo que Andrea consiga eso que tantos deseamos: una muerte digna.      Y, por ahora, nada más. Cuidaos, por favor...

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