Revista Sociedad

Occidente no quiere experimentos raros

Publicado el 17 septiembre 2013 por Vigilis @vigilis
La confirmación de lo que ya sabíamos, que una Cataluña independiente se arrojaría a la dialéctica de estados sin paracaídas, nos viene de la mano del portavoz del Parlamento Europeo (esa cosa desconocida que hay en Bruselas —creo— y de la que parten el 90% de nuestras leyes). El tal Jaume Duch y la portavoz de la Comisión vienen a decir que salir de un estado miembro de la Eurocosa significa salir de la Eurocosa. Ésta es tan solo una parte de la patita que asoma por la puerta. Hacer un país nuevo en occidente, tiene muchas implicaciones para el resto de países. Países a los que no les gusta jugar con las cosas de comer.
Occidente no quiere experimentos raros
¿Alguien les habrá contado a los fanáticos serviles directores de la programación infantil catalana que no entra en los planes de ningún país permitir la eclosión de un país nuevo por rotura de otro previo, antiguo y de fronteras históricamente muy estables? Sí, Sudán del Sur se ha independizado, pero a nadie le importa ese pedazo del Sahel que no deja de ser la finca de un cártel petrolero. Otros países de reciente independencia son resultado de uniones previas de lo que estaba desunido o colonias como Timor Oriental (por cierto, desde su independencia Timor Oriental está silenciosamente ocupado por el ejército australiano, cosa de la que nos podemos enterar por la prensa extranjera). Ninguna de estas situaciones son aplicables a Cataluña: ni existe país previo, ni es colonia de nadie y sí es importante para la comunidad internacional que no exista.
Todo país con pulsiones separatistas en su interior va a vetar por activa y por pasiva cualquier tipo de acercamiento o contemporización con el despiece que pretenden los cleptócratas catalanes. Simplemente no pueden aceptar dar alas a cualquier grupo de paisanos que piensen que los zuecos de su pueblo son motivo suficiente para entronar a cualquier fulano y crear una nueva soberanía. Otra de las realidades con las que la fantasía secesionista choca es la OTAN. El izquierdismo popular antiamericano del que bebe el pulso secesionista hace pensar en un rechazo a su presencia en esa alianza militar que sostiene la parte del mundo libre que hay en Europa. Me pregunto si ERC y sus comparsas adolescentes saben que no tienen más remedio que aceptar formar parte de la OTAN. ¿Eso lo saben los de las CUP? Tan enfangados en su pueril fantasía tal vez desconozcan que las soberanías no son completas y que estar en la OTAN no es una elección. En esta parte del mundo se está en la OTAN y si para eso hace falta burlar algún proceso electoral, se burla.
Occidente no quiere experimentos raros
Digo todo esto por dos motivos. El primero: la grave confusión respecto a los poderes taumatúrgicos de la palabra democracia. Democracia no es votar, democracia no es "poder decidir". Democracia es la sucesión electiva de los gobiernos con limitación del poder de esos gobiernos (y por tanto, limitación del poder del electorado y de las leyes que se puedan aprobar). Algo tan sencillo como esto es constantemente ocultado. Las ingentes cantidades de dinero público dedicadas a la propaganda secesionista se saltan este detalle fundamental: en democracia no todo vale. Entiendo que se lo salten pues al fin y al cabo, como digo, la gente que sale a la calle envuelta en los colores de su soñada comunidad política, no distan mucho de alocados adolescentes el día de paga.
El segundo motivo por el que comento lo de la OTAN (y podría hablar de la OMC en similares términos), es porque los actos tienen consecuencias. Sólo a un tarado mental se le puede ocurrir que lo que afecta a Cataluña sólo tiene consecuencias en Cataluña. Que Cataluña se convierta en una especie de Nagorno Karabaj afectará a las exportaciones españolas, afectará al peso internacional de España (en consecuencia, al prestigio de los organismos con presencia española, que son los del mundo libre frente a la barbarie moscovita, pequinesa e islamofascista), creará un agujero en el Espacio de libertad, seguridad y justicia de la UE, dejará a los actuales catalanes fuera de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE (en cristiano: los Mossos podrán dar palizas a cualquier detenido sin que nadie pueda decir ni mu, y os recuerdo que en Cataluña hay mucho inmigrante que no sabe ni cómo pedir un abogado), partirá a Italia en dos (todos los países europeos tienen pulsiones separatistas, ninguno con tantas mercedes concedidas como el nuestro, que se lo puede permitir porque es muy homogéneo en comparación con otros),... la lista podría continuar con citas del Apocalipsis bíblico, pero paso: creo que entendéis mi punto.
Occidente no quiere experimentos raros
Como juego teórico se me ocurren argumentos para defender una secesión de un cachito de España. No los mencionaré porque no pienso trabajar para el inglés, pero sí puedo apuntar algo relacionado con la competencia fiscal, con hacer las cosas de acuerdo a las leyes vigentes (y no basándome en la funesta oclocracia que pretenden los serviles), con la explicación de las consecuencias para los demás (cosa que los cleptócratas ombliguistas no hacen porque no les sale de la punta de la nariz) y sobre todo, con el hecho de que en la globalización ya no importa tanto la cantidad como la calidad. Ah, pero no veo a ningún exportador catalán no clientelar (es decir, que no viva del BOE) saliendo a la calle enfundado en un trapo. A quienes veo en la calle es precisamente a antiamericanos y antiglobalización. Subproductos de una educación estabularia, llena de lugares comunes, repeticiones de dogmas y a quienes se la traen al pairo los sistemas de contrapesos y equilibrio de poder que son requisito esencial para existir en occidente.
Penosamente pienso que algunos secesionistas se equivocaron de continente y de siglo. Y que más daño hacen a quienes deseamos una mayor descentralización dentro de España que a los jacobinos, de quienes se realimentan mutuamente.
Antes de irme a merendar y a leer el Mortadelo, quiero añadir otra cosa más: si este conflicto político está fabricando tarados cerca de mi pueblo, yo lo quiero saber. La infinita galería de tontos útiles que pueden cometer un lamentable error amparados por la impunidad que concede la dejadez capitalina —en Madrid el nacionalismo es algo lejano y folclórico, como ir a clases de tango—, no deja de aumentar. En este país —puede que por escarnio del franquismo— se ha dejado pensar a la gente que todas las ideas valen. Y no, no vale la aplicación de todas las ideas. Lo democrático es cortar de raíz aquellas acciones que atenten contra el propio sistema. Esto es básico. Sólo es legítimo ir contra el sistema si este no tuviera mecanismos internos de transformación. Pero los tiene. Y hay ideas que están fomentando el surgimiento de una nueva hornada de salvapatrias egresados de la Universidad de Santiago (alguno dando clase) que escriben en sus revistitas revolucionarias ciertas alabanzas a la "alegría armada". Pero sigamos mirando para otro lado.
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