LAS LIBRETAS DEL “¡AY!”
De color rojo es el mes
cuando por el treinta acaba
y el banco de Santander
me deja a cero y sin nada
que no sea una relación
de entidades financieras
que del total del extracto
sacan resumen sencillo:
“Te queda un euro y un poco,
pa comprarte un panecillo
y comértelo pensando
que es chuleta o solomillo”
Yoigo te oye y te escucha
y para que no le olvides
te arranca, menos los ojos,
una cantidad que siempre
te deja sin “cobertura”.
Para completar la lista
de facturas facturables,
llega a tu cuenta rojiza
la fractura dividida
del señor amo de Zara.
Cada mes tú te paseas
por las secciones y estantes
de la susodicha tienda
Y cuando vas a pagar,
una joven muy esbelta,
de negro impecable ella,
te pregunta interesada:
“¿Se lo fracciono o contado?”
La dependienta te mira
con sorna piramidal,
se descojona ella misma
porque sabe, la taimada,
que, para parecer menos,
fraccionamos el desastre
de lo que nos saca Zara.
Cada mes, los sobres blancos
con la zeta de “zarasco”
ocupan todo el buzón
y de rojo hacen atasco,
porque nos hemos gastado
lo que siendo fraccionado
viene a ser, para pagarlo,
el sueldo de un millonario.
Carrefour ataca luego,
con ofertas increíbles
y descuentos pa morirse
si alguna vez tú llegases
a la fecha que te ponen
sobre los cheques regalo.
Yo siempre los doy tan tarde
que la cajera se parte:
“Señora, lo siento mucho,
el cheque está caducado”.
¿Y si le ponemos tippex?,
me entran ganas de decirle,
¿No son franchutes los amos?…
Pues déjeme que rectifique
y cambio ipsofacto la fecha,
que por 100 gramos de cheddar,
ahora que se acaba el mes,
me convierto yo en guerrera
o mafiosa del “tiquet”.
Autopista, lavadero,
Gasolina, esteticiene,
cuatro cremitas de nada,
dos piñas y una botella
de zumo y otra de soja,
una revista a las mil,
y la cuota de mi gym…
No hay cuentas que se resistan,
cuatro y cuatro no son ocho
sino el inicio del rojo
con que se pinta el final
del mes que se acaba, mal,
porque precede a uno nuevo
que va a terminar igual:
yo, subida a mis tacones,
con mis morritos pintados,
una sonrisa bien grande
y el bolsillo estrangulado.
Que ya parezco irlandesa
por el color colorado
del extracto de mi banco
que a “bajo-cero” ha quedado.
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