Odio

Odio, fea palabra que desgraciadamente parece estar tan de moda.

Se alimenta entre todos y cada uno de nosotros, crece al amparo de la estupidez de cada uno, y es responsabilidad de quién se enarbola o se deja engullir por esta rabia, que va germinando y alimentándose con una buena dosis de rencor, desprecio, tirria o simplemente desconocimiento.

Esto no es nuevo, ni tiene fácil solución, el ser humano parece anclado en una espiral de resentimiento hacia lo que quizá, no conozca y esto genera miedo, y eso nos provoca desprecio, fobia, inquina y/o rabia… Que pena!

Avivar esta animadversión amparándose en la razón única, no moderada ni bien argumentada, genera una compulsiva certeza de la verdad absoluta, que nubla la conciencia más sana, transformando al individuo en una máquina de odiar que se alimenta de la adquisición de nuevos forofos a su causa.

No me estoy refiriendo al movimiento separatista de los catalanes en particular, aunque obviamente es un ejemplo claro de lo que expongo, sino, que es perfectamente extrapolable a causas religiosas, deportivas, culturales o de cualquier otra índole.

Desgraciadamente, yo la vivo en primera persona.

ODIO

Creo, que se odia más hoy, que años atrás, o esa es mi percepción y/o recuerdo, es más fácil, todo tiene más repercusión, es más rápido y esta inmediatez incita a la propagación casi inmediata de esta enemistad ojeriza.

“Si las masas pueden amar sin saber por qué, también pueden odiar sin ningún fundamento”, decía William Shakesperare

El Odio y el rencor, son dos sensibilidades muy profundas que terminan por desequilibrar nuestra tranquilidad cotidiana, y nos despistan de nuestras necesidades básicas de respeto y convivencia, si esta situación se aferra a nuestra cotidianidad,y perdura durante años terminará pasándonos la cuenta y volviéndose contra nosotros.

Diálogo, que importante es, sin imposiciones, sin ser jueces de nada ni nadie, todo cambia, todo se mueve.

Me viene a la cabeza mi frase fetiche: