Pozos ardiendo en Ras Lanuf (Foto: AP)
El Parlamento Europeo aprueba el informe sobre la tasa Robin Hood a las transacciones financieras, Illinois deroga la pena de muerte, Marruecos reformará la Constitución y Mohamed VI se autorecortará poderes tras las protestas, la UE endurecerá los exámenes a los bancos para calmar a los mercados, los ricos son más ricos, hace sol en el norte y llueve sobre mojado en el sur (como en la vida misma)… Se asoma la primavera pero quizá todo este panorama no sea más que un espejismo provocado por el contraste entre el calor sofocante de los ardientes pozos de petróleo que arden en Libia y la frialdad de este Occidente descolocado, cuyo silencio resulta ofensivo.
La revuelta libia aguanta, aunque cada vez más desorganizada y más temerosa de las represalias del ejército y los mercenarios reclutados por Gadafi. Por ahora, esta extraña, ajena y esquizofrénica Europa niega su reconocimiento a los insurgentes. No habrá prisioneros, sólo víctimas y vencedores. Muerte o victoria: es el lema de cualquier revolución que se precie y también de ésta. La realidad, a miles de kilómetros, también guerrea en los titulares y, en ella, los emisarios del dictador: guerra también en los despachos, mientras suena el ruido de tanques y morteros contra civiles, que es más sordo, más hueco, ya irremediable.