Revista Deportes

Oficio

Por Antoniodiaz

Oficio

Nacho García


Sevilla. Plaza de toros de la Maestranza. Feria de Abril. Octava. Tres cuartos largos. Toros del Ventorrillo para el Juli, Perera y Daniel Luque.
No merece la pena comentar mucho sobre la tarde de ayer. Los toros del Ventorrillo han pegado el petardo absoluto. Un cero a la izquierda de la bravura. Algunos además, sospechosos de pitones, astillados con bastante facilidad. Creo que ese toro es, en cuanto a morfología, el prototipo de bicho comercial moderno, aquel con hechuras amorfas, que han sacado del tipo del que procede genéticamente para hacerlo más grande y meterle más cara, con lo cuál tenemos un toro que es verlo salir por toriles y no decirnos nada. Uno de esos maniquís para plazas de primera que han colonizado durante los años del ladrillo los escaparates de las dehesas. No pasará a la historia y sería de esperar que el año que viene no estuviesen anunciados en el abono sevillano.
Con esto hay que decir que no estaba la tarde para ponerse el turquesa y oro de Manzanares. Pretender darle pases bellos, de mano baja, largos o ligados a estos bueyes era naufragar en un mar de descaste y desesperación. Estar en artista, que es el único sinónimo actual para la palabra torero, era objetivo lógicamente inviable. Pues nada, estos héroes, puestos a hacer heroicidades de boniato, que son las suyas, se han puesto a darles mantazos, pamelazos, leñazos, trapazos, navajazos, monterazos, calambrazos y cuaquier actividad bien remunerada y acabada en -azo que se pueda hacer con la mano izquierda en la cintura y en la derecha una tela montada en una espada de souvenirs de las que se compran en la gasolinera que hay a la entrada de Albacete. En el transcurso del cualquier -azo, es muy importante no olvidar colocar el mentón clavado en el pecho -que cause destrozos importantes en clavícula y cuello a la vez-, morros de labrador de secano en agosto, medias rosas y un encaje de oro con tonos espuma de mar o azules eléctricos. -azo, que es la conjugación torera que se suele aplicar cuando aparece en el enunciado de la tarde el adjetivo descaste. La otra es la -ina, más conjugada con el adjetivo más generalizado: aborregamiento. En tardes así, las -inas suelen brillar por su propia ausencia.
Se ha echado en falta oficio, saber analizar fríamente, con corazón caliente, los terrenos y faenas demandadas por cada toro. Administrar los tiempos, ser breves cuando hay que serlo, que hoy ha debido ser siempre, machetear, meterse en la tabla del cuello, tocar las costillas y sobre todo, y ante la imposibilidad de hacer nada lucido, matar por arriba, conforme los cánones, demostrando que la alternativa recibida como matador de toros no fue regalo, casualidad o mero formalismo.
La muerte de estos seis ventorrillos nada tiene que ver con la solemnidad que le cantó el Búfalo a Júncal. Y eso tienen que hacerselo mirar. De nada vale que hablemos de tradiciones y liturgias en pleno siglo XXI si luego nos comportamos como charcueteros del Mercadona.

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