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¿Somos sensaciones? ¿instinto? ¿intuición?. Me pregunto porque respondemos en ocasiones a estímulos reflejos que no dominamos; organizamos nuestros actos, dirigimos la actitud, corregimos malas costumbres, nos autogobernamos en un proceso interminablemente disciplinante y de voluntades estrictas. Y sin embargo ¿cómo elegimos nuestro color preferido? ¿La pintura que nos fascina y la música que tanto nos gusta? ¿de dónde nace el fundamental proyecto de vida? ¿cuándo y de quien me enamoro? Podemos prohibir pero no evitar. Un día, hace ya tiempo de esto, en el museo Peggy Guggenheim, sentado en la terraza reflexionaba sobre un cuadro del borracho Pollock “Ojos en el Calor” lo acababa de ver dentro y necesité recapacitarlo un poco ¡Diablos¡ que gracia tienen a veces las cosas, alguien se movió a mi espalda, giré la cabeza instintivamente, una chica que me recordó a ti salía del recinto, solo vi su espalda, quise abordarla para saber si eras tú, de hecho corrí tras de ella… tras de ti… no la alcancé, se me perdió pronto entre las callejuelas de aquel babel y no conseguí ver su cara. Volví a la terraza con los ojos perdidos y apoyándome en la balaustrada escupí con rabia al canal pero el canal no lo notó, siguió su curso sereno meciendo sobre su manto gris a la multicolor floresta de nenúfares formada por innumerables embarcaciones y golpeando incesantes sus borde contra la cimentación de los palacetes, chasclaspss, chasclaspss… Peggy, Pollock, tu y yo no nos separamos ya en aquel viaje.© F. Buendía.