Un día de 1988, Oh Dae-su es secuestrado. Cuando se despierta, está encerrado, sin saber dónde ni por qué. Mientras está confinado escucha en las noticias que su esposa ha sido brutalmente asesinada y la policía le busca como principal sospechoso ya que se ha encontrado sangre suya en el lugar del crimen. El tiempo pasa, y decide escribir todo lo que ha hecho en su vida que haya podido causar dolor a otros, además de jurar que se vengará del hombre que ha destruido su felicidad. Hasta que llega el día en que es liberado 15 años después, dejándole un teléfono móvil y una cartera llena de dinero. Recibe la llamada de un extraño, que le dice que ahora le toca descubrir el porqué de su encarcelamiento.
Oldboy es una de esas películas que dejan un imborrable sabor de boca una vez disfrutada y otro de esos films que pasan directamente a mi olimpo particular de historias imprescindibles. Y es curioso, porque una vez más se trata de una producción oriental que en este caso llega desde Corea del Sur y que se basa, en gran parte, en el manga japonés homónimo (Old Boy aka オールド・ボーイ aka Ōrudo Bōi) escrito por Garon Tsuchiya e ilustrado por Nobuaki Minegishi. Reconozco que últimamente las mejores películas que he visto provienen en su mayoría de Asia, y no creo que sea mera casualidad, por lo que buscar en el cine de dicho continente con más frecuencia...
En esta ocasión, el director Chan-wook Park nos ofrece una historia que gira en torno a los sentimientos humanos, centrada más concretamente en el deseo y la obsesión por la venganza. Dae-Su -un enorme Min-sik Choi- es el atormentado personaje principal que será secuestrado durante quince largos años por un completo desconocido que, cuando le libera, le invita a averiguar el por qué de su dilatado encierro. Además, mientras está recluido, su mujer es asesinada y éste es señalado como principal sospechoso. Con todo esto, no es de extrañar que cuando queda en libertad el odio haya devorado su alma y sólo tenga deseos de llevar a cabo su terrible venganza sobre el hombre que le ha privado de casi todo lo que tenía. Poco a poco Dae-Su irá desentramando los oscuros secretos de su captor y los motivos de su secuestro, a la vez que la venganza, convertida en motor de su nueva vida, le acerca cada vez más al abismo de la autodestrucción atravesando una montaña rusa de dolor, violencia, odio y venganza de la que somos totalmente partícipes.
Ríe, y el mundo entero reirá contigo. Llora y llorarás sólo.
Al enorme atractivo narrativo de la historia -un delicioso thriller dramático que mezcla acción, misterio, tragedia y romance a partes iguales con toques de auténtico humor negro- hay que sumarle el enorme nivel técnico del film, excelente a todos los niveles: una fotografía preciosa, planos tremendamente originales, una genial banda sonora que guía al espectador durante todo el metraje, un potente y atractivo velo audiovisual que te atrapa y no te suelta hasta el desenlace -que, todo hay que decirlo, es uno de esos finales que permanecen en la memoria para siempre- y un ritmo ágil e hipnótico que nunca decae a pesar de que la densidad de la historia. Y además, somos testigos de un buen puñado de escenas de esas que permanecen grabadas a fuego en nuestro subconsciente para siempre, pudiendo mencionar algunos ejemplos que van desde el famoso plano-secuencia del pasillo y el martillo, hasta el momento en el que Dae-Su se come un pulpo vivo, pasando por la delicadeza de una ortodoncia a base de martillazos. Son escenas potentes, algunas violentas pero en ningún momento desagradables, y repletas de fuerza y de belleza casi poética. Las palabras se quedan cortas para describir el aura de la película.Ya hemos comentado que Choi Min-sik se come la pantalla interpretando a Dae-Su con una actuación bestial que denota entrega y pasión por su trabajo. Lo de este actor nacido en Seúl en 1962 empieza a ser de escándalo y sus continuas actuaciones de nivel piden a gritos un gran premio internacional. En esta ocasión nos regala la dramática evolución, a todos los niveles, de un personaje totalmente atormentado que transita entre la venganza y la redención, la soledad y el odio, para llegar a niveles que rozan la locura. Junto a él, dos pilares sustentan la historia a nivel interpretativo: uno es Yu Ji-tae dando vida a Lee Woo-jin, el "villano" de la función -y uso aquí las comillas porque ésta es una de esas historias en las que llega un punto donde el bien y el mal se confunden, haciendo imposible distinguir a los buenos de los malos-, personaje brillante y turbador, responsable del secuestro de Dae-Su y poseedor de un secreto con bastante peso en el film. La tercera en discordia es Kang Hye-jung, la protagonista femenina que da vida con candidez e inocencia a Mido, otro personaje que esconde secretos y cuya relación con Dae-Su será clave en el devenir de la historia. La intensa y misteriosa relación del trío protagonista es, junto a sus motivaciones, sus miedos, y sus deseos, el auténtico motor de la historia, y el mérito recae, a partes iguales, en la habilidad del guión engarzando sus historias y en la excelente labor interpretativa de los tres.
Película fascinante y embriagadora, sencillamente imprescindible y con un poderío narrativo y visual impresionante que a mí, personalmente, me ha cautivado. Es un torrente de emociones que van desde la soledad hasta el drama, pasando por la culpabilidad, la venganza, la redención, el amor, el odio, y la locura hasta desembocar en el tremendo desenlace, fijado en mi cabeza desde el primer día en que la disfruté. Por si fuera poco todo esto, juega a su favor la baza de la ambigüedad moral cuando el bien y el mal empiezan a confundirse por momentos y no se puede distinguir entre buenos y malos, entre héroes y monstruos. A eso le sumamos sus buenos personajes, actuaciones memorables -¡enorme Choi Min-sik!- y grandes escenas para el recuerdo. Todo ello la convierte, vuelvo a insistir, en una auténtica obra maestra que debería proyectarse sí o sí en cualquier clase, curso o asignatura sobre el Séptimo Arte.