"Hay cosas que uno no desea publicar, pero que no hace desaparecer. Algo tan candoroso como sentir pena lo impide"
Así comienza el artículo. Levanto la vista del ordenador, dejo de leer y pienso que yo publico casi todo lo que escribo. ¿Casi? ¿Tengo algo escrito que no haya publicado en el blog? No. Tengo alguna cosa sin terminar, algún pensamiento solo abocetado, mil millones de ideas pensadas y un par de ellas completamente decididas en mi cabeza pero que no consigo enfocar de manera que me convenzan o, a lo mejor, me da pereza intentarlo.
A lo mejor se refiere a cosas escritas ANTES. ¿Qué tiempo es antes? Para Tallón debe ser antes de ser famoso, antes de ser "escritor". Para mí, antes es antes de Cosas que (me) pasan. ¿Tengo algo escrito antes de saber que me gustaba escribir? Sí, tengo un cuaderno mugriento, con tapas negras ya arrancadas, lleno de letra menuda y borrosa que empecé a escribir en noviembre de 1997. Páginas y páginas de letras apretujadas, subiéndose unas encima de las otras, corriendo por llegar a la página por quedarse ahí antes de que se me escaparan de la cabeza. Escritura de la pena y de la borrachera. Entre las páginas hay tickets de metro y recortes y cartas lamentables. Hay un poema a máquina que dice algo de "tus pechos enharinados" y que yo no escribí, sólo recibí perpleja. Ese cuaderno se cerró en junio de 1999 y no volví a escribir absolutamente nada hasta que empecé Cosas que (me) pasan.
"Escribir es fácil. Escribir bien es muy difícil. Destruir lo que un día escribiste, aunque sea malo, es dificilísimo."Sigo leyendo y dejo de pensar en escritos y pienso en amantes, en antiguos amores. "Enamorarse es fácil, enamorarse bien es muy difícil. Destruir (aquello) de lo que un día te enamoraste, aunque sea malo, es dificilísimo" leo en mi cabeza.
¿Recuerdas el nombre de todos los hombres que has besado? Alguien me preguntó el otro día. Contesté que sí... pero es que no. ¿Cuándo los he olvidado? o ¿Cuándo he empezado a olvidarlos? Porque sé quiénes eran y dónde estábamos pero sus nombres han desaparecido de mi cabeza.
"Cómo pude escribir esto", se pregunta, y se le escapa una risa floja. Si alguien lo leyese, alguien a quien tuviese en consideración por su criterio, se moriría de vergüenza. "Era poco matarme", se dice."Mi mente abandona mis cuadernos y piensa en cartas, en mails escritos hace tiempo a destinatarios que han desaparecido de mi vida. Cartas y mails que guardo en un rincón de mi bandeja de entrada cogiendo polvo y sin mirarlos. A veces, por descuido, los veo ahí. No releo porque no me hace falta. Soy Funes el memorioso y sé qué escribí, porqué y cuándo. Sé también cuanto me avergonzaría leerlo ahora. Quizás vergüenza no sea la palabra. Cuando pienso en releer esas cosas sé que lo que voy a tener ganas de hacer es coger una máquina del tiempo, viajar al pasado y darle collejas a mi yo de ese tiempo.
"A veces la obra escondida ni siquiera es mala. Atesora méritos, vaticina un futuro, compone un puzzle. Pero, oh: el escritor igualmente la repudia. No se identifica con ella. Pasado el tiempo, cree que no muestra al autor que es ahora. No consentiría su publicación ni que dios, o alguien por el estilo, se lo pidiese. Naturalmente, eso no significa nada. Basta que el autor muera, y que el manuscrito caiga en manos desaprensivas que ignoren sus deseos, y el libro inexistente saldrá a la luz."Pienso en la muerte y en hacer testamento. No tengo dinero, no tengo propiedades, no tengo joyas. Lo único valioso que poseo son mis cuadernos y se los dejaré a mis hijas para que los lean y se avergüencen cuando yo ya no esté, para que sepan quién fui además de su madre y qué pensé que jamás les dije. Pero los mails y las cartas no se los dejaré. Eso morirá conmigo o se perderá en el agujero negro de la red cuando ya no haya quien entre en mis cuentas.
O quizás no. Quizás algún día, un día de estos, cualquiera, hoy, mañana o dentro de una semana decida eliminarlo todo.
"Escritor, destrúyelo todo. No mires atrás. ¿Te da pena? Destrúyela también a ella."¿Es pena lo que me hace no destruirlo todo? No, no es pena. Destruirlo físicamente no serviría de nada si lo hago antes de tiempo. Tengo que esperar y asistir al proceso, al viaje, en el que esos escritos se vuelvan inofensivos, ver como poco a poco deja de importarme lo que dicen y lo que fueron... hasta llegar a un punto en el que darle a eliminar no signifique absolutamente nada.