- El conocimiento digital que tengo de mi interlocutor (si es más de mail que de llamada telefónica por ejemplo, o si ahora está colgado de twitter o se pasa el día mirando los globitos de su whatsapp en la pantalla de su smartphone).
- La urgencia de contactar (aparezco en su canal digital principal de comunicación y si obtengo una respuesta favorable llamo por teléfono).
- El mensaje a comunicar (si la respuesta que espero obtener son monosílabos del tipo ok, sí, no, habitualmente lanzo un mensaje directo en twitter o un whatsapp y habitualmente en segundos obtengo la respuesta a mi pregunta, seguramente antes que si llamo por teléfono que no siempre "se puede hablar").
Conversaciones alrededor de una mesa
que suben a Instagram
Y casi sin querer tropecé con el concepto de Omnicanalidad en contraposición a la multicanalidad y ése sí que me encajó. La omnicanalidad da respuesta a esa "actitud 2.0" de la que tanto hemos hablado, la que vuelve a centrar los procesos en los usuarios. Un usuario omnicanal es: el que desea comunicarse con la marca/empresa/entidad en cualquier momento y lugar desde diversos canales esperando una experiencia satisfactoria en todos y cada uno de ellos. Ya no le importa el canal, que se vuelve transparente, el foco vuelve a estar puesto en la esencia de la comunicación: el emisor (persona/marca/empresa/entidad), el mensaje y el receptor (paciente/usuario/cliente/audiencia).
Así, los que en 2013 y 2014 vendieron estrategias multicanal van a tener que empezar a rediseñar su discurso, ya que los canales (que no los puentes amigos #sherpas20) se han vuelto transparentes para mezclarlos normalmente en tiempo y lugar sin que la conversación se interrumpa ni se altere.