Llegan las rebajas y con ellas una sensación de ansia que en muchas ocasiones nos lleva a guiarnos irracionalmente por los buenos precios sin tener en cuenta lo que nos hace falta realmente. Esto es algo completamente normal que nos pasa prácticamente a todo el mundo, pero en casos muy extremos puede desembocar en oniomanía, desorden conocido más coloquialmente como adicción a las compras o compra compulsiva, el cual padece entre el 3% y el 7% de la población.
El término oniomanía deriva del griego antiguo onios (lo que está en venta) y manía (locura), y surgió en el siglo XIX de mano de los psiquiatras Emil Kraepelin y Eugene Bleuler. Entre sus síntomas más comunes encontramos ansiedad, insatisfacción, falta de autocontrol y sentido de culpa tras realizar una compra. Sin embargo, pese al considerable número de personas afectadas, este trastorno no queda catalogado como tal en los manuales de desórdenes mentales.
Generalmente, esta patología viene vinculada a problemas de estrés, trastornos de personalidad o baja autoestima, lo cual lleva al paciente a consumir para evadirse y sentir una felicidad momentánea. En una primera fase hay un sentimiento predominante de euforia y placer, y más adelante la persona se va aislando socialmente y se exacerba el sentimiento de culpa. Esto conlleva la aparición de ansiedad, irritabilidad, insomnio y depresión además de la posibilidad de que desemboque en cuestiones más graves como podrían ser problemas de pareja, familiares y económicos. Su modus operandi es similar al del alcoholismo: al actuar te sientes culpable, pero este sentimiento pasa y vuelves a caer en la trampa.
De acuerdo con un estudio promovido por la UE, los jóvenes son más propensos a sufrir esta adicción a las compras, y hasta un 8 % muestra comportamientos patológicos. Esto se debe a una mayor predisposición por su parte a aceptar los valores consumistas, además de ser más vulnerables ante el ideal de “el dinero es felicidad, éxito y prestigio”.
Los estudios coinciden en que la mayor parte de nuestras compras no están planificadas, sino que se realizan de forma impulsiva debido al fenómeno social del consumismo, la publicidad, los centros comerciales, etc. A pesar de ello, no hay de qué preocuparse, que te guste ir de compras no quiere decir que padezcas oniomanía siempre y cuando consigas mantener el control.
Cómo controlar el impulso consumista
- En primer lugar revisa tu armario para darte cuenta de todo lo que tienes y de lo que necesitas.
- Haz una lista para tener presente aquello que realmente te hace falta. En caso de encontrar alguna prenda que no esté en ella, piénsatelo dos veces antes de llevarla contigo.
- Es muy útil salir de casa con el dinero que tengamos pensado gastarnos, ya que de esta forma es más complicado que nos dejemos llevar y compremos más de la cuenta.
- Una vez en la tienda, piensa si te comprarías ese vestido que tanto te gusta en caso de que no estuviese rebajado.