Revista Infancia

Opinión: consulta con la homeópata

Por Mamaenalemania

La tía de mi marido es homeópata profesional. Profesional de verdad; es decir que tiene una consulta en la que atiende a sus clientes, digo pacientes, con su camilla y su mesa, sus armarios llenos de productos y demás. Y de eso vive, a 40 euros la consulta.
En mi familia política es considerada como la autoridad en materia de salud y bienestar. Por todos menos por mi suegro que es químico y que se pasa la homeopatía por donde le corresponde y por mí, claro, que tengo médicos en mi familia y a mí esas cosas de herbolario como que no.
Si la ves, nunca pensarás que es una “profesional” de la salud. Más que nada porque no tiene pinta de estar muy sana, sino todo lo contrario. Pero a mis políticos parece no importarles eso: Tanto da si les duele la cabeza o les ha salido un bulto en el pecho, a la que acuden raudos y veloces, es a la tía.
A mí me vio el plumero nada más llegar a la familia. Yo no tenía ni idea de lo que era la homeopatía, pero la cara que debí poner cuando me explicaban en qué consistía y las bondades de dichos tratamientos fue, al parecer, más que suficiente.
El caso es que un día, cuando todavía no vivíamos en el mierdapueblo y estábamos sólo de visita, tenían tos mi hijo y mi sobrina (que también estaba por estos lares). La tos la verdad es que no era fuerte ni sonaba preocupante y además volábamos de vuelta 2 días después, así que ni me molesté en ponerme a buscar pediatra por la zona. Pero mi biocuñada, por supuesto, llamó a su tía para que viniese a ver a la niña.
Cuando apareció por la puerta, mi marido aprovechó la ocasión y me propuso probar… Total, que le echase un vistazo al niño no costaba nada y así igual me impresionaban sus métodos. Su frase exacta fue “¿Nunca has visto a un homeópata diagnosticar? Pues no te lo puedes perder, no tiene desperdicio.” Y tenía razón, desperdicio no tuvo, pero no como él se esperaba.
Consulta con la homeópataLa homeópata sacó de su maletín unos 20 frasquitos idénticos, los puso en fila delante de mi hijo (que tenía por aquel entonces 1 añito y medio más o menos) y le empezó a preguntar “¿Cuál te gusta?” Os podéis imaginar que a un niño de esa edad le gustan todos los frasquitos. Por igual. Y cuantos más mejor. Así estuvimos, meneando cual maraca frasquito tras frasquito durante 15 min., después de los cuales, la paciencia de la homeópata empezó a evaporarse y se puso firme. Vamos, que se puso a guardar frasquitos a espaldas del niño (que si la veía con uno en la mano dirección al maletín, ese quería, por supuesto), hasta que quedaron 2 o 3. Después de eso, cerró su maletín y empezó a vestirse para marcharse, a lo cual pregunté yo extrañada “¿Y la consulta?”
Esa era la consulta. Las bolitas de esos 3 frasquitos era lo que curaría a mi hijo. La explicación que me dio – y que a todos les sonaba muy lógica – era que los niños, al no estar tan condicionados por conocimientos adquiridos como los adultos, sabían elegir intuitivamente lo que les hacía falta. Lo comparó con que cuando uno tiene sed y ve agua y un bocata, pues se va directo al agua.
Yo les veía a todos asentir con admiración (menos a mi suegro que estaba leyendo el periódico y haciendo que pasaba del tema, aunque en el fondo estaba relamiéndose de gusto al percibir otra adepta en la familia a la medicina tradicional), así que no me atreví, por miedo a herir sus sentimientos, a formular la pregunta que se me vino enseguida a la cabeza: El agua tiene una consistencia, igual que el bocata. Un color, un olor, aspecto determinado. Pero las bolitas homeopáticas y sus frascos son todos iguales… ¿Cómo puede saber el niño que necesita ese frasco y no otro? ¿Acaso las bolitas tienen radiaciones o algo así? Esto obviando el tema de que mi hijo, al final, no había elegido nada de nada, sino que había sido ella misma la que había ido guardando y retirando según iba pudiendo.
Por supuesto que no le di las bolitas al niño. Ni he vuelto a consentir otra consulta. Ni, por supuesto, me he hecho fan de la homeopatía y los homeópatas. Esto último no tiene nada que ver con la famosa consulta, sino porque he visto con mis propios ojos que no funciona: He visto a mi sobrina con fiebre ser tratada con homeopatía y acabar en el hospital con 41º y espasmos (varias veces) y a mi cuñada tratarse de un problema de tiroides grave con bolitas (y empeorar más todavía)… Y más cosas que veo todos los días que me ponen los pelos de punta. Eso sí, a la que miran mal y consideran madreenvenenadora en la familia es a mí, por bajarle la fiebre a mis hijos (cuando tienen), ponerles vacunas y llevarles al pediatra cuando están malos.


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