Si hay algo que caracteriza al pequeño pueblo costero de Melía es la creencia popular de que las estrellas pueden influir en la vida de sus habitantes.Allí vive Gala, una joven que pasa los días trabajando en una floristería. Todo cambiará con el regreso de Néstor, uno de sus mejores amigos de la infancia. Pero Gala ya no es la misma: una serie de acontecimientos que tuvieron lugar en el último año la han vuelto solitaria y algo huraña.Cuando se le presenta la oportunidad de trabajar para el periódico local y disipar así los malos recuerdos que la acechan, se cruza en su camino Constanza, una elegante anciana que sacará a la luz secretos de la familia de Gala teñidos de dolor, pero, sobre todo, de esperanza.Gala deberá aprender a perdonar a los fantasmas de su pasado, mientras encuentra la manera de perdonarse a sí misma.
No me gusta hacer reseñas como esta. Nada en absoluto. Me da rabia y pena. Pero tampoco me gusta mentir, porque creo que no es justo. Dicho esto, tomáosla como una simple opinión de una lectora más, que es lo que soy. Lo cierto es que tenía muchísimas ganas de leer Donde desaparecen las estrellas. No solo porque ha sido la novela ganadora del Premio Neo de este año, sino porque la sinopsis me llamaba mucho la atención y la edición me parece preciosa. De verdad que pensaba que me iba a gustar mucho. Sin embargo, no ha sido para nada lo que esperaba. La novela nos cuenta la historia de Gala, una chica que vive en un pueblecito costero llamado Melía, donde todos los habitantes creen mucho en el destino escrito en las estrellas. Gala está en pleno proceso de duelo por la muerte de uno de sus mejores amigos y tratando de descubrir qué es lo que quiere hacer con su futuro. Mientras lo decide, se encontrará con que su familia guarda un montón de secretos que la obligarán a ir cambiando poco a poco. La idea principal es buena, las referencias a las estrellas me parecen originales y la historia en sí podría haber sido muy bonita porque invita a perseguir los sueños y confiar en el amor, pero la narración ha hecho que no consiguiera disfrutar de ella. Lo primero que me llama la atención es que apenas hay descripción, por lo que me ha resultado imposible situarme en los escenarios o conocer lo suficiente a los personajes como para poder empatizar con ellos. La intriga es prácticamente inexistente: ocurren cosas que no sabes por qué han ocurrido y otras que deberían sorprender, pero que ya se sabían desde mucho antes. Además, hay incoherencias temporales (por ejemplo, que una cosa ocurra en Navidad y un par de capítulos después sea día uno de diciembre). No sé, me ha dado la impresión de que la autora va todo el rato de puntillas sobre la historia, sin adentrarse, sin tomarse tiempo para explicar. La edición, como digo, es preciosa, empezando por la portada, siguiendo por los inicios de capítulo con estrellitas y terminando por las ilustraciones interiores a cargo de Cristina Cid. Siento que la reseña sea tan corta, pero tampoco creo que merezca la pena alargarme más. Donde desaparecen las estrellas ha sido una novela con bastante potencial, pero carente de profundidad y con errores que me han sacado de la historia. —Opinión de Inés Díaz Arriero—