Así empieza la historia de Diana, una chica de catorce años a la que descubrimos a través de una novela río, en la que cada capítulo muestra la visión subjetiva de cada personaje implicado en la historia: familiares, amigos, vecinos... Una historia sobre avisos y relaciones tóxicas, pero también sobre amistad y esperanza. "Cada vez que alguien me pregunta si conozco a Diana respondo lo mismo: que siempre me pareció una niña un poco rara, callada, tímida, diferente... pero que nunca pensé que fuera una asesina."
La tercera máscara es una novela un tanto alejada de lo que suele aparecer en mente cuando pensamos en una novela juvenil. Dura y con una estructura muy original, nos presenta una historia inspirada por un suceso real, para invitarnos a reflexionar sobre los juicios de valor, las apariencias, la empatía y el peligro de silenciar ciertos temas incómodos.
El libro abre contándonos la creencia japonesa sobre las tres máscaras que llevamos todas las personas. La primera de ellas es la que mostramos a todo el mundo. La segunda, la que conocen nuestros allegados más cercanos. La tercera, la que solo conocemos nosotros mismos.
Y en torno a ese proverbio se articula toda la novela.
Con un estilo muy logrado de falso reportaje de investigación, Care Santos nos va trazando el retrato robot de Diana, la protagonista de la historia. Cada capítulo contiene la declaración de un testigo o de una persona implicada en la vida de la niña de un modo más o menos cercano: el vecino cotilla del edificio de enfrente, la tendera, su tutor del instituto, familiares, compañeras de clase, los policías encargados del caso... Estos testimonios están divididos en tres bloques, que se corresponden con cada una de las tres máscaras del proverbio japonés.
A través de las palabras de todas estas personas, vamos recibiendo pinceladas sobre lo que ha ocurrido que ha puesto patas arriba a todo el barrio, pero también sobre la personalidad y la apariencia de Diana. Con estos datos, nos vamos creando un perfil en nuestra cabeza: introvertida, tímida, insegura, peligrosa, siempre vestida con ropa ancha y oscura, una gran artista, rara, descuidada, buena amiga, mala amiga, impertinente, amable, responsable, holgazana, ¿cómo fue capaz de hacer eso?... Pero ¿alguna de todas esas personas conoce de verdad a la niña? ¿Alguno de todos ellos es capaz de ofrecernos una descripción fiel de ella? ¿Acaso saben lo que ocurrió? ¿Y nosotros? ¿Lo sabemos?
Lo más interesante de todo esto es que a la propia Diana, en realidad, solo la escuchamos al final y para entonces es posible que tengamos ya una imagen de ella creada tan fuerte que nos influirá a la hora de juzgar la credibilidad de su punto de vista de la historia (de SU historia).
Y esto no pasa solo con ella, sino que, a un nivel mucho menos intenso, también nos hemos creado una opinión del resto de personas que aparecen a lo largo del libro y a lo mejor sus reacciones no coinciden (o sí) con las expectativas que habíamos colocado sobre sus cabezas.
Otra cosa que me ha gustado muchísimo de esta novela es que no aporta conclusión. Propone, incita, provoca, pero jamás dicta sentencia. Con lo cual, recae sobre el lector todo el peso de reflexionar, analizar, sentir y llegar a su propia resolución. Creo que se podrían crear debates muy interesantes en torno a este libro.
La tercera máscara me ha parecido una propuesta interesante, que nos invita a abordarla a través de una lectura totalmente activa. Una novela intensa, cruda, pero que deja la puerta abierta a la esperanza, que me atrapó por la agilidad de su narración y me mantuvo con todos los sentidos alerta por el modo de enfocar el suceso.