Allí ha vivido muchas emociones, incluyendo el miedo que pasó cuando su madre se enfrentó a un oso que se había acercado para comerse la tarta que habían dejado en la ventana. Sin embargo, ninguna tan intensa como la que vive en aquella ocasión... Así la recuerda años después. A la aldea de Mali Okič, cerca de la frontera de Eslovenia con Croacia, Ursha llega con sus padres y su hermano pequeño a pasar un fin de semana en la casa de campo de sus abuelos, que está en medio del bosque.
Es de noche y un ruido junto a la casa de campo de los abuelos despierta a Ursha. Por supuesto, lo primero que se le viene a la cabeza es que sea un oso. Y eso le da mucho miedo, porque ya una vez presenció cómo su madre tenía que hacer frente a uno de esos animales.
Pero Ursha consigue volver a conciliar el sueño... hasta que un nuevo ruido la despierta.
Esta vez está segura de que son pasos.
Y así es.
Una hilera de personas camina sin detenerse, ocultos entre el frío y la oscuridad de la noche.
Es entonces cuando sus padres hablan a Ursha y a su hermano pequeño acerca de los refugiados, esas personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares, huyendo de la guerra y del hambre, arriesgando sus vidas para tratar de encontrar un nuevo lugar en el que sentirse a salvo.
Y pronto Ursha tendrá la oportunidad de vivir una experiencia con la que aprenderá que, a pesar de todo lo malo que ocurre en el mundo, la esperanza y la solidaridad todavía están presentes entre nosotros.
Al tiempo que Ursha nos cuenta lo que recuerda de lo que sucedió aquella noche, intercala algunos cuentos o historias familiares de las que solían contar reunidos junto a la chimenea.
Como me pasa siempre con este tipo de libros, me encanta que Juan Kruz Igerabide haya cedido el papel de narradora a Ursha, porque al escuchar la historia desde su punto de vista, resulta más tierna e incluso más real aún si cabe, pues queda envuelta por la inocencia, la sensibilidad, la curiosidad y la inteligencia propia de esa niña, que está descubriendo una realidad diferente a la suya.
El libro trae ilustraciones a color de la mano de Manu Ortega. En algunas de ellas, a página completa, podemos ver a los protagonistas en varias de las escenas más importantes de la novela. Y otras, más pequeñitas, ilustran algún detalle de las historias que Ursha va recordando a medida que cuenta lo que sucedió aquella noche.
Susurro de luna es una novelita tierna que, desde los ojos inocentes de una niña, narra la cruda realidad de todas esas personas que cada día tienen que huir de sus hogares a causa de las guerras y muestra cómo un gesto de solidaridad puede suponer esa luz que ilumine el principio de una nueva vida para alguien.