Revista Salud y Bienestar
En septiembre dedicamos un post a hablar del dos punto miedo, es decir, del temor a ese mundo desconocido (o mejor dicho, miedo a un entorno fuera de control) llamado web 2.0. La pregunta final que nos hicimos era sencilla: ¿por qué ese miedo irracional en muchas organizaciones a un cambio que ya casi forma parte de nuestra vida?Ha pasado un mes, y hemos encontrado dos ejemplos que nos invitan a seguir reflexionando sobre ese miedo al cambio. El primero, llega de la mano de Mònica Moro, que en su blog Mira que bé comenta el uso de las redes sociales en la industria farmacéutica. Mònica revisa la reciente guía de la FDA sobre buenas prácticas en redes sociales que casi obliga a ocultar la información al ciudadano, por si acaso pasa algo. Esperemos que en España, las organizaciones empresariales del sector no pretendan hacer lo mismo y obliguen a la big farma a esconder sus contenidos informativos dirigidos al ciudadano.El otro ejemplo de miedo y desconfianza procede de un sector muy cercano a la salud: el sector asegurador. El portal Aimfri, que elabora el Ranking de Presencia Online del Seguro, publicó un post muy sencillo y demoledor en su blog. La pregunta de base era: ¿Cuantas aseguradoras permiten suscribir una póliza y pagarla online? La conclusión era muy llamativa: sólo el 48% de las aseguradoras permiten pagar online.Si pensamos en Amazon o Ebay como estándares en el comercio online, si pensamos en los años que llevamos pagando servicios a través de la web, por ejemplo en el sector del transporte. ¿Qué ocurre con los seguros? ¿Otro ejemplo de dos punto miedo? ¿Son organizaciones ajenas a la realidad? Una mezcla de desconfianza o miedo a no saber reaccionar a un entorno que ya está aquí...Quizás uno de los problemas sea la integración de los canales de información online en los procesos de las organizaciones, o incluso pensar que aún no hay nadie en las redes (pese a lo que digan las encuestas). Trabajar en entornos online es mucho más que una web, un blog y una cuenta de twitter, como cuenta la viñeta de Tom Fishburne que hemos usado para ilustrar este post.