Revista Ciencia

Orientados en un mundo loco

Publicado el 29 mayo 2014 por Oscar Ercilla Herrero @geologoentuvida

Lápiz, papel, un martillo y una brújula. Estos cuatro elementos han sido los fundamentos físicos para hacer geología desde hace mucho tiempo, y a pesar de todos los avances tecnológicos que han vuelto más sencillo el trabajo, los cuatro siguen apareciendo cada vez que hay que ir al campo a realizar nuestra profesión.

De

Rosa
los cuatro tal vez el más “tecnológico” sea la brújula, que más que un elemento para orientarse, es una herramienta que proporcionada datos muy útiles que luego se ven reflejados en las diferentes cartografías geológicas. Su invención se data al siglo IX y no es de extrañar que se deba a los chinos cuyo fundamento científico ya era conocido no solo por este pueblo asiático sino por diferentes culturas de todos los continentes, pero la base técnica de la brújula que conocemos actualmente se estableció hace doce siglos.

Una brújula no es otra cosa que una barra de metal imantada colocada sobre un soporte que inicialmente se colocaba sobre una vasija con agua, donde flotaba y podía girar libremente hasta alinearse con el campo magnético del planeta. Porque eso es lo que hace la brújula alinearse con las líneas del campo magnético terrestre que van de polo a polo magnético del planeta y que casualmente se sitúan en las proximidades de los polos geográficos, pero no exactamente en el mismo punto, algo que no se debe confundir.

Los avances en la brújula supusieron primero colocarla en una vasija más

Brújula
pequeña, luego decorarla con el dibujo de la rosa de los vientos y finalmente poner la aguja sobre un eje rotatorio en lugar de flotando en un líquido. Actualmente las brújulas funcionan con un sistema combinado de eje y fluido, ahora sustituido el agua por aceite, queroseno o alcohol, lo que reduce el balanceo de la aguja cuando se alinea.

Su utilización en geología no solo se restringe a saber dónde está el norte. En el trabajo de campo es necesario saber la orientación de lo que vemos midiendo su dirección que no es otra cosa que el ángulo que forma la línea de una veta, un estrato o cualquier otro tipo de formación geológica, con respecto a la línea norte-sur. Es fácil ver el cuaderno de un geólogo escrito algo así: N35E/55S. Traducido quiere decir que la dirección está 35º hacia el este de la línea norte-sur. El otro número y la letra indica el buzamiento que se mide con otra innovación de la brújula geológica: el clinómetro.

El clinómetro puede variar con respecto el modelo, pero el más habitual es una tapa que se coloca perpendicular a la brújula con una flecha colgando de un punto y una gráfica con ángulos marcados. Esto sirve para medir el grado de inclinación de una capa, por ejemplo, lo que es muy útil en estructural y que se ve reflejado en los mapas con una línea alargada (la dirección) con otra más corta a un lado y perpendicular (dirección del buzamiento) y un número (los grados de inclinación).

La aguja imantada y el clinómetro son los dos elementos principales, pero se le pueden añadir otros, como son reglas, lanzadores de proyección, etc. que ayudan a la orientación o facilitar el trabajo con un mapa.

Pero de la brújula no hay que creerse todo lo que dice. Es mentirosa casi siempre. Como he dicho al principio mide el campo magnético que atraviesa de polo a polo el planeta, pero este polo magnético no es el mismo que el geográfico. Ambos están situados en puntos distintos por lo que en una medida con una brújula es necesario hacer una corrección denominada declinación magnética. Esta no es otra cosa que el ángulo que forman las líneas imaginarias que parten del núcleo del planeta y llegan hasta los polos geográfico y magnético. Esta declinación es diferente en cada lugar del planeta, por lo que si se trabaja en diferentes lugares es necesario hacer la corrección según ese punto. Por ejemplo en España la declinación es de -1º 6´ al oeste aproximadamente y en Chile esta es de 2º 22´ al este (aquí podéis consultarlo: http://magnetic-declination.com).

Otro aspecto no menor es que las brújulas actuales no sirven en todo el mundo. Esto lo comprobé en mis propias carnes al traerme mi fiel brújula a Chile. Me la compré cuando estaba en la universidad y nunca me ha dado problemas, pero cuando la utilicé por primera vez aquí las mediciones que hacía eran raras, hasta que uno de mis jefes me dijo que solo servía para el hemisferio norte. Esto se debe a la calibración durante la fabricación de las mismas y la intensidad del campo magnético en ese punto donde se calibra, por lo que se restringe a una de las 5 zonas en la que se encuentra divido el planeta para el trabajo de una brújula, algo similar al PAL de los DVDs. Eso sí, hay marcas que las fabrican y preparan para que trabajen en varias zonas, pero el precio se dispara de una de ellas se dispara.

Sea como fuere, las brújulas han servido para el desarrollo de las culturas. Es difícil pensar en los navegantes sin un mapa o una brújula, si el viaje de Lindbergh entre dos continentes separados por un océano hubiera sido posible. Tal vez no existirían los GPS si la brújula jamás hubiera sido idea. Tal vez no existiría la geología tal y como la conocemos.


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