Seguramente seréis más viejos, y más listos. Y andaréis de cabeza entre hipotecas, oficinas, hijos, algún deseo no cumplido y alguna vista atrás y unos cafés y unas prisas. Pero yo os quiero en la escalera. Esta vez sin foto, porque ya tengo esta. Os quiero dispuestos a lanzaros a la tienda a por un bocata de patatas fritas o un cuerno de chocolate de esos que ahora ya no saben lo mismo, quizás porque nosotros tampoco sabemos igual.
Os quiero imitando al Padre Antonio en sus paseos por los pasillos con aquel libro abierto que nunca debería estar leyendo, que me da que no cambiaba nunca de página, el jodio. Os quiero cerrando el puño como Cepas, preguntando entre risas quien ha fumado puerros en el concierto o si nuestro pare tiene coshe para ir a jugar un partido de fútbol, de esos que siempre nos parecían copas de Europa. Os quiero con deseos, con futuros llenos, con bolsillos vacíos, lo justo para comprar un fortuna suelto, una litrona llena, un par de besos que ojalá supieran a robados.
Os quiero pensando en viajes de fin de curso a hoteles destartalados en Lloret, en primeras discotecas en Orense, en sesiones dobles a Bravo Murillo, con perrito en Nebraska y vuelta en el 125, mientras todos los futuros se reflejan en los neones, los charcos y las ventanillas con vaho del autobús. Os quiero en los vagones de metro que tenían el hueco para el que cerraba las puertas, donde siempre se ponía el que quería ser James Dean. Os quiero yendo a la Puerta del Sol en la Nochevieja del 2000, al Rastro a por chapas del Che cualquier domingo de abril.
Os quiero con el mundo roto por un beso, con versos escritos en carpetas, con miradas escritas en los sueños, con llamadas a escondidas quedando en la plaza sin porqués. Os quiero jugando en la Frontera a un pierde-paga, yo me pongo detrás y no valen los goles de los laos. Os quiero en las broncas de la vecina del primero porque la llenamos de polvo la ropa de tender, desafinando de memoria cantando el Bienvenidos en aquellos dos bancos juntados para hacer nuestro cuarto de estar todas aquellas tardes que jurábamos nunca íbamos a dejar partir.
Os quiero allí, en aquella escalera, sin saber que nos estábamos mirando después de tantos años desde aquí. Os quiero caídos pero no derrotados, os quiero con aquella pizca de valor. Os quiero tener cerca, a la distancia de un café, de una birra, de un abrazo, a la distancia que guardan los sueños y los recuerdos entre sí.