Revista Cine
La 85 edición de los premios Oscar se ha caracterizado por el reparto de galardones. Seguimos añorando esas galas pobladas de "películas del año" que eran capaces de alzarse con el mayor número de estatuillas marcando un impacto mediático durante los siguientes meses. Pero hay que adaptarse y cuando los premios se reparten quiere decir que tenemos un plantel de films amplio, que ha seducido de diferentes maneras al cada vez más heterogéneo y multinacional colegio de académicos. El premio a la mejor película para Argo es acertado porque además supone un importante reconocimiento para el cine que está desarrollando Ben Affleck desde que decidió abordar la dirección. Su ausencia como mejor realizador, francamente extraña, seguramente no se habría producido de no ser también productor de la cinta. Saber que podía obtener la estatuilla por Argo, calmó la injusticia por estar ausente de la categoría de mejor director. En cualquier caso, lo ocurrido la pasada noche no sucedía desde hacía 23 años. En la gala de 1990, Paseando a Miss Daisy se alzó con el Oscar al mejor film mientras que su director, Bruce Beresford, no estaba nominado en su categoría. Daniel Day Lewis asciende al Olimpo de la historia del cine con su tercer Oscar como intérprete principal. Se iguala a auténticos gigantes como Ingrid Bergman, Walter Brennan, Jack Nicholson, y Meryl Streep. Sólo queda por encima la mítica Katharine Hepburn, con cuatro estatuillas. En cuanto a Lincoln, debo manifestar mi descontento por el hecho de que no se haya alzado con más premios. Pienso que el reconocimiento a la insulsa fábula La Vida de Pi y a su sobrevalorado director no contribuye demasiado a la credibilidad de unos premios que, por otra parte, siguen demostrando que tienen una salud de acero manteniendo su lugar de privilegio como el evento cinematográfico más importante del planeta. Insistir en el hecho de que la visión ofrecida sobre un gran personaje de la historia de los Estados Unidos, no ha satisfecho a los académicos es una irresponsabilidad porque la composición actual ha variado mucho y son pocos los dinosaurios conservadores que siempre recibían las críticas por una dinámica de votación previsible y unidireccional. Lo que tenemos ahora es una presencia relevante de nuevos progres que están variando, poco a poco, la tendencia de votación. Lincoln habría obtenido mayor reconocimiento hace años. Pero, actualmente, la corriente general de la Academia no navega por estas aguas. Por suerte, existe un comité directivo que trata de equilibrar la balanza para que los Oscar no pierdan su esencia. Son unos premios concebidos por la industria en beneficio de la industria. Y así debe seguir siendo. Es por esto que la victoria de Argo supone un acierto ya que, al menos, nos encontramos con un producto bien realizado que no perderá impacto en el futuro. No podemos decir lo mismo de algunos otros films que han logrado el éxito en las últimas ediciones. Los reconocimientos a Jennifer Lawrence y Anne Hathaway expresan también el creciente interés por apoyar a la nueva generación de actores de Hollywood. Un grupo enormemente talentoso y diverso que será capaz de garantizar el nivel de la Fábrica de los Sueños en las próximas décadas. Finalmente, reconocer que la fantástica Zero Dark Thirty no ha obtenido lo esperado. Yo no lo atribuyo a las razones clásicas y rutinarias pronunciadas por varios especialistas. Me parece que la dinámica de votación hacia La Vida de Pi y Amour (una película que no encaja en la dimensión de estos premios) han restado puntos a un film cuya contundencia ha podido incomodar visualmente pero no políticamente. Porque hay que mencionar, una vez más, que la película de Kathryn Bigelow no adoctrina ni abandera, de forma clara, una determinada tendencia política. Es una suecesión de hechos, con un formato semidocumental, brillantemente estructurado para impactar al espectador. En cualquier caso, la diversidad de opiniones y criterios es algo que va íntimamente ligado a cualquier concesión de premios. En los Oscar esta virtud se acrecenta por su enorme trascendencia mediática. Cuanta más grandeza, mayor será la controversia. Discutiremos estos días y también lo haremos dentro de un año cuando otros protagonistas poblarán la alfombra roja en Hollywood Boulevard.