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“Oslo, 31 de agosto”: Una vida que agoniza

Publicado el 18 enero 2014 por La Mirada De Ulises

[6/10]   Anders está a punto de terminar su tratamiento de desintoxicación, y recibe el permiso para ir a Oslo a una entrevista de trabajo, paso previo a su reinserción. Será el principio del fin para este alma en pena que, ya en la primera escena, trata de suicidarse sin llegar a conseguirlo. Su vida es la de un fracasado y él lo sabe, y durante ese día y esa noche en la capital noruega intentará creer que hay una salida a su lastimosa situación… entre amigos, amores y recuerdos. “Oslo, 31 de agosto” es la crónica crepuscular de un fantasma que vuelve a la ciudad para despedirse de ella y que percibe su desarraigo del mundo y de la vida, de un joven que lucha por evitar los errores del pasado y que siente la soledad que le empuja al precipicio, de alguien que padece los remordimientos de un pasado que pesa como un lastre de tintes fatalistas.

“Oslo, 31 de agosto”: Una vida que agoniza

En este viaje a la nada, Joachim Trier hace una de esas películas que se llamaban de arte y ensayo, con todo el existencialismo nórdico respirando hondonadas de melancolía y amargura. Desde los primeros planos, el espectador advierte que Anders es un cadáver ambulante de difícil redención, que no ha sido capaz de ahogarse en el río pero que tiene los días contados. Durante todo el metraje, la fotografía de tonos apagados -propia del final del verano- y el silencio cortante le acompañan y crean un entorno frío y sin esperanza. Él llena todos los planos y, sin embargo, siempre parece estar ausente de la realidad. Y, de igual manera, el espectador encuentra vedada la sintonía con este perdedor y asiste, desde fuera, a un triste deambular por fiestas, cafés, discotecas, piscinas… sabedor de que es su sombra la que vaga por las calles de Oslo, porque su espíritu hace tiempo que se fue.

“Oslo, 31 de agosto”: Una vida que agoniza

Desde la distancia y la frialdad, sin un ápice de concesión sentimental, sin más historia que la de un día en el que no pasa nada extraordinario y sin recurrir a especiales giros narrativos, Joachim Trier nos da una película dura y deprimente, austera y minimalista. Paradójicamente, su fuerza está en la ausencia de energía -también de Anders-, y su belleza en la renuncia a lo fácil y complaciente. Y prueba de ello son esos planos finales en que la cámara vuelve a visitar los lugares que Anders vivió en sus última horas, como queriendo decir que ahí sigue Oslo con sus espacios y rincones… cuando él se ha ido. El tempo narrativo es, por otra parte, adecuado a la indolencia de su personaje, y la interpretación de Anders Danielsen lie pone la guinda a esta muestra del nihilismo más radical y pesimista.

“Oslo, 31 de agosto”: Una vida que agoniza

Con todo, “Oslo, 31 de agosto” se nos presenta como una película que apuesta por la depuración formal y la búsqueda de una ambientación como reflejo de la soledad y vacío de un alma que ha decidido despedirse de su ciudad. Quizá la escena en el café sea la más significativa y lograda en este sentido, con un Anders que escucha la vida con sus trivialidades y proyectos… de esos jóvenes desconocidos para los que él no es nadie. Sin alegrías ni esperanzas a las que agarrarse, nos encontramos ante un trabajo de autor solo recomendable para cinéfilos y espectadores curtidos en el drama nórdico porque a lo que asistimos es a una larga agonía, a la autodestrucción y caída de alguien que perdió el pasado y que no soporta el presente.

Calificación: 6/10

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En las imágenes: Fotogramas de “Oslo, 31 de agosto”, película distribuida en España por Abordar Distribución – Casa de Películas © 2011 Don’t Look Now y Motlys. Todos los derechos reservados.

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Publicado el 18 enero, 2014 | Categoría: 6/10, Año 2014, Críticas, Drama, Noruega

Etiquetas: Anders Danielsen lie, drogas, Joachim Trier, muerte, Oslo 31 de agosto, soledad


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