El próximo 1 de junio, dentro del VI Festival del Mediterráneo, tendá lugar en el Palau de les Arts de Valencia el estreno de una nueva producción de la ópera Otello de Giuseppe Verdi con la participación en los papeles principales de Aleksandrs Antoņenko (Otello), Maria Agresta (Desdemona), Carlos Álvarez (Iago), bajo la dirección musical de Zubin Mehta y escénica de Davide Livermore, quien tanto nos gustó el pasado mes de noviembre con su sencilla propuesta para La bohème. Es, por lo tanto, previsible que durante los meses de abril y mayo dedique varias entradas a esta genial ópera de Verdi, serie que comenzamos hoy con una introducción.
El 24 de diciembre de 1871 se estrenaba en El Cairo la ópera Aida; dieciséis años pasarían antes de que volviera a estrenarse una ópera de Giuseppe Verdi (1813-1901), que había emprendido en 1836, con Oberto, una carrera teatral sin precedentes. Tras el éxito de Aida y necesidades financieras, el compositor, se había instalado en Sant'Agata con su esposa, la soprano Giuseppina Strepponi (1815-1897), dedicado a los negocios rurales y la filantropía, preocupado y con frecuencia angustiado por la evolución de la vida política italiana, el gran músico envejecía con serena dignidad. En este tiempo revisó varias de sus obras, compuso el Réquiem y modificó profundamente, en colaboración con Arrigo Boito (1842-1918), Simon Boccanegra, rechazando sistemáticamente todas las propuestas que se le hicieron para componer una nueva ópera. Y sin embargo, su círculo de amigos, su astuto editor Giulio Ricordi y, sobre todo, la inteligencia y habilidad de Arrigo Boito (que logró hacerse perdonar sus ataques juveniles al maestro: un poema algo insultante en 1863) consiguieron, con lo que algunos han denominado "una conspiración", que el viejo Verdi se interesara por una nueva obra, Otello, que tras tres años dedicados a su compsición, fue estrenada en La Scala el 5 de febrero de 1887 y, años más tarde, Falstaff, que vio la escena en el mismo teatro el 9 de febrero de 1893, cuando Verdi tenía ya 80 años.
Otello tiene su antecedente más remoto en un turbio episodio protagonizado hacia 1508 por un noble veneciano que pudo llamarse Cristoforo Moro, cuya esposa pereció en misteriosas circunstancias durante una misión de aquél en Chipre. Giambattista Giraldi Cintio (Cinzio), escritor italiano que vivió entre 1503 y 1573, narró esta historia en Gli Ecatommiti, un volumen de relatos, editado en 1565. Allí el protagonista carecía de nombre y se le denominaba simplemente "il Moro", protagonizaba una historia que tenía el mar, Venecia y un Chipre amenazado por el turco, como telón de fondo.
William Shakespeare (1564-1616), cuyas obras han inspirado un gran número de óperas, y al que Verdi ya había acudido en Macbeth, volviendo más tarde, en compañía de Boito, para la realización de sus dos últimas obras maestras, dio humanidad, altura y credibilidad al Moro de Giraldi, conservando el nombre inventado de Desdemona (desdichada en griego) y creando varios personajes nuevos. El Othello de Shakespeare se estrenó el 1 de noviembre de 1604 en el palacio de Whitehall, como regalo del dramaturgo y su compañía al nuevo soberano, Jacobo I. Apenas había transcurrido un siglo entre un hecho real y la obra maestra animada en un escenario lejano al del suceso. Hay otros Otelo posteriores pero todos giran alrededor del de Shakespeare, no apartándose gran cosa de él, desde el Orosmán de la Zaire de Voltaire hasta el protagonista de Verdi y Boito.
En el continente europeo no se descdubrió al Shakespeare dramaturgo hasta el siglo XIX, con la llegada del movimiento romántico, interesado por las oscuras historias medievales, y Othello aparece por primera vez en la ópera de la mano de Gioacchino Rossini y el libretista francesco Berio di Salsa, quien desfiguró completamente el original shakesperiano: termina con lieto fine, reconciliándose Otello y Desdemona, sustituyendo el famoso pañuelo por una carta de amor.
Boito consigue reducir el Othello de Shakespeare a lo esencial, refundiendo situaciones, suprimiendo personajes, determinados episodios y, sobre todo, el primer acto, que transcurre en Venecia, con lo que se sitúa toda la acción en Chipre cuando el protagonista está en el punto álgido de su carrera y ha conseguido a Desdemona, una joven de la alta sociedad veneciana, con lo que la ópera muestra el camino por el que Otello se precipita hacia la autodestrucción con la ayuda de Iago. Para hacerse una idea de la magnífica labor desarrollada fruto de la colaboración entre Verdi y Boito pensemos en que dura más una representación de Othello que la ópera completa, sin que ésta pierda altura respecto a la pieza teatal.
Con bastante asiduidad leemos que Otello es la mayor tragedia gestada en la ópera italiana, el resultado de una milagrosa unión de música y drama, una obra maestra musical, con profundidad psicológica, apasionante desde un punto de vista teatral. La shakesperiana historia de un extranjero, un desclasado entre ricos, un hombre ilegítimo o acomplejado, un héroe inestable que no puede controlar sus celos, manipulado por otro hombre resentido por su fracaso, Iago, que conduce al sacrificio de Desdemona, una joven dulce, hermosa, leal e ingenua, fue moldeada cuidadosamente por el libretista Arrigo Boito en un libreto tenso y vigoroso. El logro principal de Verdi en esta obra es seguramente el papel principal: una de las cumbres del repertorio escrito para tenor. Los tres papeles principales son exigentes, pero el papel de Otello, en particular, requiere un instrumento de una naturaleza extaordinaria, capaz tanto de afrontar momentos de suprema energía y vigor como de emitir sonidos dulces y delicados, su intérprete debe poseer una inteligencia musical y una capacidad de actuación fuera de lo común. Muchos de los grandes tenores han evitado enfrentarse a él y se cuentan con los dedos de una mano los que verdaderamente lo han dominado. Pero tampoco debemos pasar por alto el hallazgo de un melodismo que deriva en conversación musical plenamente integrada en el drama (muy alejada de la antigua aria da capo y los números cerrados), que consigue la tan buscada unidad dramático-musical, dotando a la orquesta de un protagonismo esencial como definidora de situaciones dramáticas sin prescindir completamente de las premisas de la ópera italiana, siempre peocupada por el protagonismo de la melodía y la voz.
Os dejo el final en La Scala 1976 con Domingo, Freni y Kleiber: