El otoño pide a gritos que lo fotografíen. Por sus colores, por su luz y por sus frutos. No he podido resistirme a llevar la cámara a nuestros paseos campestres, y esta es una muestra del resultado. Me hubiera gustado poder escaparme a la Selva de Irati, que está más bonita que nunca en octubre, pero no ha sido posible. Tendrá que ser el año que viene, pero será.
Este otoño hemos vuelto a redescubrir las camas de hojas de árboles secas y me ha sorprendido al ver el buen paso del pequeño en el monte. Camina casi con más destreza que por ciudad, y a un ritmo muy rápido. Cada palo que recoge tiene una historia y le sirve para regar los arbustos del camino. Estas fotos, por cierto, las hemos tomado en nuestros paseos por el monte y el paseo fluvial que tenemos al lado de casa. Es un lujo enorme poder vivir tan cerca de la naturaleza, pegados al monte y al río.Seguir el camino es emocionante, pero nada como terminarlo tirándonos en una cama de hojas secas, taparnos con ellas o correr dando patadas para lanzarlas al aire. ¿Cómo podíamos olvidar que era tan divertido?