Revista América Latina
Estos días, más de cien jefes de Estado y líderes de agencias de desarrollo se reúnen en Nueva York para revisar los progresos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Poco tendrán que celebrar, la verdad, porque los avances han sido escasos en lo global y muy pobres en lo particular. No vamos a poder conseguir la mayoría de los ocho objetivos en el 2015 y ya va siendo hora de que empecemos a cuestionar por qué, y a decirlo públicamente. Sin los espectaculares avances de China en la reducción del hambre y la pobreza, no tendríamos nada que celebrar. Y no olvidemos que los chinos lo han hecho sin la ayuda de la cooperación internacional.
En el primer objetivo, núcleo medular de este ambicioso programa de desarrollo mundial, la reducción del hambre y la pobreza trae resultados dispares: según las cifras recientes de FAO, este año los hambrientos se han reducido en 98 millones, y “sólo” quedan 925 millones de personas que no pueden comer, o mal comer, tres veces al día. Sin embargo, esta cifra contradice a los 64 millones de nuevos pobres extremos que el Banco Mundial ha anunciado también hace pocos días. Es decir, la pobreza extrema sube mientras que el hambre baja ¡Qué raro¡ Estas cifras no cuadran. Ya sabemos que las metodologías de medición de ambos datos son diferentes, pero también sabemos que las estadísticas pueden ser muy engañosas.
Las explicaciones básicas de este fracaso serán muchas y variadas, pero hay dos bastante obvias: el dinero y la prioridad política. Ambos han sido muy escasos para la magnitud del problema. Esto ha quedado muy evidente al comparar las acciones, los montos movilizados y la atención mediática que se ha llevado el rescate de bancos privados y de empresas afectadas por la crisis. Sólo 20 países, autodenominados el “G-20”, consiguieron movilizar 5 billones de dólares en menos de seis meses para salvar los bancos, mientras que al G-8 todavía le falta por cubrir el 40% de los fondos comprometidos para el desarrollo mundial en Gleaneagles. Y sólo eran 50.000 millones. Si comparamos la realidad de la ayuda a los pobres y hambrientos con la cantidad y velocidad de desembolso para salvar los bancos, nos queda la amarga certeza de saber dónde está la prioridad: entre empresas privadas y seres humanos, los políticos se decantan por las empresas privadas. Hoy los pobres están en los focos, pero el jueves serán historia. Mientras no organicen revueltas sociales en la calle o pequeñas revoluciones como las que se dieron hace dos años en Haití o hace unas semanas en Mozambique, no pasará nada.
La falta de voluntad política se refleja en los escasos y débiles acuerdos que han sido pre-negociados por la delegaciones oficiales antes de la Cumbre de sus jefes. Esto indica lo poco que se va a conseguir y la baja prioridad política de una Cumbre social en una año de vacas flacas en lo económico. Para muchos Jefes de Estado, lo verdaderamente importante de esta Cumbre son las reuniones que propicia para tratar los temas bilaterales. La Cumbre es una simple excusa. Mientras tanto, no está de más recordar que cada cinco segundos fallece un niño por causa del hambre y la miseria: 500 mientras usted leía esta nota y unos 22.000 en todo el día. De aquí al 2015 es probable que mueran 1,2 millones de niños y niña por falta de alimento y atención médica. El 80% del planeta vive con menos de ocho euros al día, y la mitad con menos de 2. Lo normal en el mundo es ser pobre. Los ricos y la clase media somos una minoría, aunque no nos lo parezca. Esto es lo que se juega la humanidad en estas Cumbres, que producen muy pocos compromisos, y que el jueves ya será historia. Si fuera una Cumbre para salvar bancos…en tres días conseguirían 5 billones. Como es para reducir a la mitad la proporción de pobres y hambrientos, ya veremos que consiguen el miércoles. Yo, sinceramente, espero muy poco.