Revista Cultura y Ocio

Otra educación es posible… y necesaria

Publicado el 21 enero 2014 por Benjamín Recacha García @brecacha

Ayer vi un programa en la tele que me dejó muy buen sabor de boca. En el Canal 33 (segundo canal autonómico catalán) emiten muy buenos programas documentales y divulgativos. ‘Mestres’ (Maestros) es uno de ellos. El de ayer  era una reposición, pero, en todo caso, abordaba el problema de la escuela actual desde un punto de vista que comparto absolutamente, recurriendo a testimonios reales: profesores, maestros y alumnos.

Me llamó especialmente la atención la experiencia educativa que desarrolla la escuela pública El Roure Gros (El Roble Grande), ubicada en un pequeño pueblo del interior de Catalunya, llamado Santa Eulàlia de Riuprimer, de poco más de mil habitantes, en la comarca de Osona, muy cerca de Vic.

Lo que vi me bastó para saber que todas las escuelas deberían ser así. Desde que abrí este blog (mañana cumple un año) he escrito en diversas ocasiones sobre el sistema educativo que padecemos en España y he dejado clara mi opinión sobre cómo debería ser la educación reglada: en la escuela se tendría que estimular a los chavales para que desarrollaran sus aptitudes y sintieran la necesidad de descubrir su entorno; se tendría que fomentar la curiosidad de los alumnos, la experimentación, el espíritu crítico, el trabajo en equipo. En definitiva, la escuela debería servir para guiar a los niños y niñas por el camino que más les llamara la atención, con el objetivo de formar a adultos competentes, pero, sobre todo, satisfechos con su vida y capacitados para desenvolverse en aquello que dominan. Y eso es exactamente lo que hacen en la escuela El Roure Gros:

Investigar de forma natural y espontánea es propio del ser humano, así aprendemos conceptos, hechos, procedimientos, actitudes, valores… que nos son fundamentales para vivir y adaptarnos al entorno que nos ha tocado. Los niños y las niñas desde el inicio de su vida investigan. En algunas cosas necesitan el control, el apoyo, la ayuda y la orientación del adulto, en otras se espabilan solos y es bueno que se les permita hacerlo”.

Esta declaración de intenciones se puede leer en la web del centro. El mensaje es radicalmente el opuesto al que difunde la doctrina oficial, obsesionada con la necesidad de volcar en el cerebro de los alumnos toneladas de conocimientos que posteriormente deben regurgitar a cambio de una calificación que los clasificará como buenos, regulares o malos estudiantes. Por supuesto, esos “conocimientos” en un 95% serán automáticamente desechados, con lo que el sistema educativo actual acaba siendo un derroche absurdo de recursos humanos y materiales. La obsesión por poner números y calificativos no hace más que crear adolescentes fracasados. La solución al fracaso escolar no pasa ni mucho menos por potenciar determinadas asignaturas y machacar los pobres cerebros de los chavales con cosas que no quieren ni necesitan saber. Estamos enfocando el problema desde la óptica equivocada: ¿y si en vez de pretender que aprendan los estimulamos para que quieran aprender?

En El Roure Gros y en otras escuelas, pequeños oasis en un mar de hastío y frustración, tanto por parte de alumnos como de docentes, están demostrando que es posible. Claro que ello requiere del esfuerzo y el convencimiento absoluto de los maestros y profesores. Los que dieron su testimonio en el programa eran personas entusiastas, se les veía felices con lo que hacían. Para un maestro el mayor de los triunfos, lo que le hace sentirse plenamente realizado, es comprobar que a sus alumnos les gusta aprender. ¿Qué necesidad hay de poner nota cuando es evidente que los chavales aprenden?

Otra educación es posible… y necesaria. Desde las administraciones no van a facilitar la tarea. Al contrario, lo que hacen es escatimar recursos y fomentar la uniformidad. Para mí es muy frustrante, me hace sentir muy impotente, atender a estudiantes (doy clases de refuerzo) que se sienten derrotados antes siquiera de intentar entender lo que tienen que hacer. Y lo peor es que les da igual. Estamos creando carne de cañón. Mano de obra no cualificada y, por tanto, barata, sin espíritu crítico, para seguir haciendo girar la noria en la que andamos metidos.

En el programa de ayer un chaval decía algo así como: “En Finlandia en cada clase hay cinco o seis alumnos y dos maestros. Así sí que se puede trabajar bien. Aquí, en cambio, no hay dinero ni para mantener la sexta hora, así que cómo van a poner dos maestros por aula”. Eso lo ve un chaval de once o doce años. Los Wert y compañía también lo saben, claro que sí, y si no hacen nada por mejorar la situación la conclusión es clara, ¿no?

No hay dinero… Ya, que se lo digan a los 20 españoles más ricos, que acumulan 77.000 millones de euros, lo mismo que el 20% de la población más pobre, que son ya unos cuantos millones de personas. Pero de esto hablaré otro día, porque merece un artículo completo.


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