Revista Coaching

Otra vida para vivirla contigo

Por Soniavaliente @soniavaliente_

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Un estudio de la universidad de California trata de explicar la diferencia que hay entre las cosas que la gente piensa, las cosas que la gente dice y las cosas que la gente hace. Una investigación que estudia las variables que influyen en la comunicación humana: las palabras, el tono y el lenguaje corporal. Según la experta en neurociencia, Mónica Deza, el lenguaje no verbal soporta el 55% del peso de lo que queremos expresar; el tono, es decir, la intención, el 38%, y las palabras sólo un pírrico 7%. O sea, que las palabras vienen a complicarlo absolutamente todo.

Quizá por ello, una interminable conversación de WhatsApp siempre acabe torciéndose y malinterpretándose. Porque es imposible expresar una ironía, un doble sentido. Porque hay cosas, material sensible, que es mejor no verbalizar en un mensaje. Porque los odiosos emoticonos no pueden sustituir jamás una mirada, una resolución, un gesto.

Otra vida para vivirla contigo

Quizá ya no se lleve romper en persona, quedando, hablando. Pero es el único modo en que no suene a no. Sin margen para la reinterpretación. “Sí, esta vez me ha escrito que no, pero en realidad yo sé…”. Es increíble cómo la desesperación convierte a muchas personas en lectores de mentes de relaciones difuntas, a lo Anne Germain. Quizá la malinterpretación sea, al fin y al cabo, el último reducto de esperanza. Es lícito. Y triste. Y humano.

La mensajería instantánea es un modo de comunicación esclavo, errático y confuso, imprescindible, con todo, para concebir muchas historias de amor de su entorno más inmediato. Como la que narra magistralmente Eduardo Mendicutti en su última novela, “Otra vida para vivirla contigo”. Una historia de amor actual, urbana e indigna- como lo son las grandes historias de amor- con todos los argumentos para que subyugue desde el primer momento. Una historia imposible, con más mentiras y dificultades que un bolero retransmitida por WhatsApp y por mail. Casi en tiempo real. Imposible no identificarse con cualquiera de los dos amantes encadenados al móvil esperando recibir las palabras mágicas. Ésas que lo complican absolutamente todo.


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