
— כיה 'עצמובצעקה, עםקולשלהמלאךועםטראמפשלאלוהיםיהיהלרדתמשמים- la voz del hombre discurrió apacible, serena, al ingresar para la entrevista.
— ¿¡ !? - amodorrada en su silla, la médico residente de turno, entreabrió un párpado.
— כיה 'עצמובצעקה, עםקולשלהמלאךועםטראמפשלאלוהיםיהיהלרדתמשמים– repitió siempre de pie, en el centro del consultorio, el misterioso hombre, separando apenas sus labios.
— Hoy ha sido día de psicóticos –pensó bostezando la residente tras breves segundos mientras garabateaba una receta-. Glosolalia, esquizofasia o parafasias, igual… te cae tu ampollita de haloperidol…El enfermero entró nuevamente con otro par de triajes, recibió la receta que le alcanzaban y se llevó sin dificultades al hombre barbado hacia el tópico; a los pocos segundos se agitó un paciente en observación y tuvieron que acudir todos para contenerlo, luego llamaron de pabellón con urgencia y la residente se perdió en medio de la oscuridad de la noche pensando si llegaría a cenar, al menos, antes de las 2am. Cuando volvió de pabellón respiró aliviada, sólo estaban pendientes el par de triajes en su escritorio, los atendió sin dilación y antes de cenar preguntó al enfermero cómo estaba el hombre barbudo traído por la policía y que hablaba tan extraño.
— Ah, ese -sonrió el enfermero- justo lo ubiqué en la cama al lado de la esquizofrénica con delirios místicos, creo que han conversado y hasta se han comprendido.Cuando se acercaron vieron que la paciente con esquizofrenia, dormía, y la cama de al lado estaba vacía. Buscaron en el baño y en los corredores: nada. El paciente se había fugado.
Mientras la residente subía con su taper de comida fría miró por la ventana: ya estaba desvelada, se le había ido el apetito y ni una nube de gloria cubría las estrellas. Desde la entrada de la Emergencia percibió un sonido metálico pero no era la trompeta de un arcángel sino el claxon de otro taxi. Resignada, dio media vuelta y bajó.
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