Comienzo mi año cuarenta y tres. Rodeada de mi familia y buenos amigos, estamos en Gran Canaria. El año pasado también lo celebramos aquí y os conté el viaje en un largo post sobre la isla. Han pasado doce meses tan rápido que parece que fue ayer cuando subimos al roque Nublo, comimos en Agaete o visitamos la Basílica de la Virgen del Pino. Pero más increíble me parece que también tengo la sensación de ser ayer cuando jugaba con mis hermanos en la playa de Berria, saltaba a la comba con mis amigas del colegio, aprendía a montar en bicicleta o cortaba flores en el campo para mi madre. Y sin embargo hoy cumplo 42 años. Han pasado rápido pero me sigue gustando celebrarlo y no tengo miedo al paso del tiempo. Creo que cada edad o etapa de la vida tiene su parte buena y su parte menos buena. Y debemos saber sacar partido de lo bueno y aprender de lo menos bueno. La piel pierde firmeza y tersura pero ganamos en experiencia y sabemos cada vez mejor disfrutar de los pequeños placeres que la vida pone delante nuestro cada día. Por eso os dejo este cuadro de Magritte, porque mirar un bello cuadro puede hacernos sentir mejor, observar un atardecer transforma la melancolía en esperanza, disfrutar con una tostada de aceite de oliva deleita el paladar pero también reconforta y contemplar la sonrisa de un niño engrandece nuestra alma. Y saber que tenemos familia y amigos que escuchan nuestras penas, celebran nuestras victorias y acompañan nuestra vida, es el mejor regalo de cumpleaños.