Carlos Ilián, Marca
Otro despropósito de corrida, otra torada sin justificación para ser lidiada en esta plaza. Un muestrario de lo peor de cada casa entre mansos e inválidos, con la aparición de algunos toros que tenían más pitones que trapío. Es mentira y mentira malintencionada que Madrid pida arboladuras de impresión. Aquí se pide seriedad, es decir, toros con trapío, con armonia, de astifinas defensas y presencia ajustada a las normas del buen criterio, sin exageraciones, pero sin admitir el medio toro.
Al final saltaron al ruedo un total de nueve toros entre los devueltos por inválidos y los respectivos sobreros, que alargaron la duración de la corrida entre idas y venidas de corrales y cabestros.
Una de esas tardes en las que la gente comienza a irse después del cuarto toro porque la noche se ha echado encima. Y con la ruina de corrida de este viernes se empieza notar el bajón que ha registrado la feria en las últimas tardes.
Del furor y el triunfalismo de la llamada semana de oro hemos pasado a un rosario de fracasos ganaderos estrepitosos. Y si se miran los carteles futuros con rigor es para echarse a temblar. Como siempre, en esto de los toros nos queda la ilusión por esa sorpresa que salta de vez en cuando para aliviar tanta ramplonería y vulgaridad y tanto manso morucho.
Entre los insoportables mansos de salió un sobrero de José Vázquez al que El Cid le adivinó un buen pitón izquierdo. Y por ese pitón ligó dos tandas de naturales exquisitos, en la versión de gran muletero de Manuel Jesús. Hubo temple y hubo empaque. Seis muletazos de oro que fueron un destello en medio de la gris y lluviosa tarde. Por desgracia el toro cambió por completo cuando El Cid intentó el toreo por el pitón derecho y además se fue apagando. El cuarto prometía una embestida pastueña, pero la cuerda le duró muy poquito a pesar de que el Cid consiguió correr la mano izquierda con su habitual poderío. Aquello duró muy poco.
El mexicano Saldívar tiene valor y buen concepto del toreo. No se arrugó ante un lote que embistió con la cara alta y que desparramaba la vista. Dejó patente su disposición y su variedad con el capote y es un valor a tener en cuenta para el futuro inmediato.
El Fandi estuvo desafortundado en banderillas en su primer toro, en el tercio que es su fuerte, aunque en el quinto puso un gran par, lo único rescatable de una actuación anodina y vulgar, como las que son frecuentes en este torero.