Hoy me despierto con la noticia de la legalización de Sortu. Si, ya se que la noticia se ha conocido por la tarde, pero es que me estaba echando la siesta. Para mi es una buena noticia que se reconozca la legalidad de una opción política que cumplía con los requisitos de la ley de partidos, entre ellos, el rechazo a la violencia. Pero, como digo en el titular, este paso solo nos acerca un poco más a la normalidad. Todavía quedan unos cuantos pasos que dar por parte de Sortu, de ETA y del Gobierno. El paso de ETA está claro. Y para mi, los de Sortu también. Se trata de dos pasos que tienen que ver con el pasado y con el futuro. El primero de ellos es reconocer el daño que la izquierda abertzale ha hecho durante décadas tolerando el terrorismo de ETA y permitiendo que continuara la actividad terrorista. Y el paso hacia el futuro: pedir la disolución de ETA con la misma intensidad que lo hace cualquier otro partido político.
De rebote, esta legalización tendrá también consecuencias positivas en las próximas elecciones autonómicas. De entrada, el debate se podrá centrar en los temas políticos que más preocupan a la gente (crisis, paro…) y no en la legalización/ilegalización, que siendo importante y afectando además a un derecho como es el de elegir libremente a tus representantes en las instituciones, no debe secuestrar el debate político hasta el punto de que no se conozca el programa electoral, por ejemplo.
Pero sobre todo, lo que esta legalización va a suponer es una configuración del Parlamento Vasco muy diferente de la actual. Una izquierda abertzale legal, unida y que condena sin dudas el terrorismo, constituye una fuerza que opta con posibilidades a gobernar Euskadi durante los próximos cuatro años. La duda, entonces, de cara a elecciones es si PP y PSOE harán un frente común con PNV para evitar un gobierno de Sortu. Al menos en la Diputación de Gipuzkoa, la mayor institución gobernada por Bildu, parece que las alianzas van en esa línea. Y otra duda es el papel que tendrán Izquierda Unida y Ezker Batua en caso de obtener representación parlamentaria. Aunque solo pensar en la posibilidad de que puedan presentar dos candidaturas (y, paradójicamente, con el mismo nombre) me va preparando para hacerme a la idea de que se convertirán en partidos extraparlamentarios.