Revista Viajes

Ourense, la ciudad del oro

Por Moradadelbuho @moradadelbuho


Ourense

Ourense no tiene rascacielos ni playas, ni una torre con puente levadizo que la identifique; aquí no hay fuentes ornamentales como la romana, tampoco tenemos murallas ni nuevas encantadas. Esta ciudad que me cobija desde el día que nací y mece suavemente para que los sueños sean placenteros, tiene otros atractivos, otras características que la definen y diferencian.

Capital de la provincia que lleva su mismo nombre, está situada en la Comunidad Autónoma de Galicia. La ciudad está rodeada de colinas pobladas de pinos, entre las que serpentea el Río Miño. Su población supera escasamente los 100.000 habitantes y está asentada a 125 metros sobre el nivel del mar.

Bautizada por los romanos como “La ciudad del oro” por su enorme abundancia de este metal, fue una importante ciudad de la provincia romana de Hispania hasta que se agotaron sus reservas del apreciado metal dorado, que se podía encontrar en el curso del propio Rio Miño.

La ciudad también estuvo muy frecuentada en la antigüedad a causa de los benéficos efectos de sus aguas termales, de ahí que fuera conocida con el nombre de “Aquae Urentes”. Posteriormente se le pasó a conocer como “Civitas Auriensis”, hasta la etapa medieval.

Después de la dominación romana, Ourense siguió siendo una ciudad importante debido al puente sobre el río Miño, cuyos pilares todavía son romanos y que ha sido reconstruido múltiples veces a lo largo de la historia. Esta situación estratégica hicieron de la ciudad un importante núcleo comercial desde la Edad Media, y favoreció su crecimiento una vez llegado el siglo XX. La construcción, en 1.860, de la carretera nacional Villacastín-Vigo y las nuevas líneas férreas provocan un período de crecimiento de la ciudad y del casco urbano, construyéndose un nuevo puente y nuevos barrios a su alrededor.

En 1.881 la ciudad completó su modernidad tras la llegada del ferrocarril. Actualmente continúa con su crecimiento gracias a la construcción de nuevos puentes, accesos y edificaciones; cuenta con un hermoso Casco Antiguo jalonado de edificios medievales en estilo románico.

Se produce un vacío tras las incursiones árabes y normandas del siglo X y XI, tras el cual, se inicia una lenta recuperación. En 1.084, el obispo Ederonio restaura la Catedral sobre las ruinas de la antigua, aunque poco tiempo ejerció su labor, pues en 1.188, ya se consagra la nueva. Doña Teresa de Portugal concede la jurisdicción de la ciudad al Obispo y a sus sucesores en 1.122, ostentándolo hasta 1.628.

Durante la Edad Media, Ourense conocerá acontecimientos diversos, como la proclamación del duque de Lancaster como Rey de Castilla, en 1.386; el ataque de Don Rodrigo Alonso Pimentel, en 1.471, o la preparación de la entrevista de Felipe el Hermoso y Juana la Loca con el Rey Fernando el Católico.

Pocas son las noticias relevantes que nos dejan las centurias siguientes, acaso que durante el siglo XVI se construye su primer ayuntamiento, la llegada de jesuitas y dominicos en el XVII, rompiendo el monopolio franciscano, o la cita de 3.000 almas en el catastro de Ensenada.

Durante el siglo XIX se realizan para sacar a la ciudad de su letargo y modernizarla, aunque el mayor impulso se producirá a lo largo del siglo XX.

Actualmente Ourense es un importante nudo de comunicaciones donde se cruzan tres autopistas, cuatro carreteras nacionales, así como cuatro vías de ferrocarril. La estación Ourense-Empalme, una de las dos estaciones con las que cuenta la ciudad, es la más importante de Galicia, desde donde se centraliza y controla todo el tráfico ferroviario del noroeste de la Península.

El clima está conformado en un microclima local que se encuadra en un ámbito de transición entre el oceánico y el continental del interior, con fríos y humedad en los inviernos y calores agobiantes y húmedos en el verano.

Aparte de la Catedral de Ourense, cuenta con grandes monumentos, como La Iglesia de San Francisco (siglo XIV), Santísima Trinidad (XVI) o las de Santa Eufemia y Santa María Madre (siglo XVIII).

Cuando el turista se asoma a esta urbe milenaria, contempla, a través de la ventana de sus ojos, calles de historia contenida, un río de leyenda, piedras que hablan su lenguaje de siglos, manantiales milagrosos que surten agua humeante de las profundidades a más de 60 grados, campanarios que rompen el silencio agujereando las nubes, puentes de todas las épocas y estilos, parques y jardines con árboles y plantas florales llegados de múltiples rincones del mundo, espaciosas calles peatonales para el disfrute de un paseo a media tarde y estrechas callejuelas de antaño reconvertidas en punto de atracción por los amantes de las tapas y los buenos vinos.

Cuando nos dejamos llevar por la tranquilidad de un atardecer luminoso, los pasos se pierdes en la vastedad de las horas; nada detiene las ansias de traspasar el umbral del sentimiento y quedarse ensimismado por el brillo de sus paredes incandescentes.

Todo el que visita Ourense sabe que esta ciudad es una ciudad pequeña, fácil de caminar y conocer; accesible por los cuatro costados y sobre todo protagonista ineludible en cada tertulia de viajes, correrías y aventuras.

Fuente | Ourense
Imagen | Viajejet


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