Editorial Das Kapital. 314 páginas. 1ª edición de 2015.
A Leandro Hernández Gómez (Osorno, Chile, 1970) lo conozco desde hace
más de una década. Sin embargo, nunca nos hemos visto en persona. Coincidimos
‒hace ya más de diez años‒ en un foro literario en el que una docena de
personas (a lo sumo) hablábamos sobre Roberto
Bolaño. Por aquel entonces ninguno de los dos tenía un libro publicado.
Cuando esto ha ocurrido nos los hemos ido enviado por correo transoceánico. De
él ya he leído dos poemarios, publicados en la editorial de Santiago de Chile Das Kapital: Umo (2010) y Maicillo/Sauló
(2014). En 2015 publicó otro poemario con Das Kapital titulado Ovejería. Me lo envió a principios de
2016 y yo lo he leído un año más tarde. El tema de la entrada de libros en mi
casa se me ha ido de las manos desde hace tiempo y además me ocurre que, en los
últimos años, me cuesta encontrar el momento para leer poesía, de la que he
sido más asiduo en otras épocas de mi vida. Pero, al fin, me he acercado a Ovejería, un poemario mucho más grueso
que los otros que ha publicado Hernández en Das Kapital. De hecho, Ovejería contiene ‒es cierto que algunos
son bastante cortos‒ casi trescientos poemas.
En sus dos poemarios anteriores ya
había aparecido el término «Ovejería», que yo identifiqué entonces como un
lugar de Santiago de Chile que el poeta evocaba en sus versos. Ahora sé (para
siempre) que Ovejería es una población que creció cerca de Osorno, que se encuentra
a casi mil kilómetros al sur de Santiago, y que en la actualidad Ovejería es un
barrio (no sé si este término se usa en Chile) de Osorno, el lugar donde nació
y creció (hasta que se fue a la capital en la adolescencia) Leandro Hernández.
En principio, al saber que Ovejería, el último libro de Hernández,
era una evocación de los territorios de la infancia a los que el autor vuelve
ya adulto, pensé de forma inmediata en el también poeta chileno Jorge Teillier, que en sus poemas evoca
los recuerdos de su pueblo Lautaro, al que acude desde Santiago.
Tras leer Ovejería considero que la filiación entre los dos poetas es más de
cercanía temática que compositiva. Los poemas de Teillier son más íntimos y
desgarrados que los de Hernández, que ha elegido evocar el territorio de su
infancia desde la carencia de énfasis. En más de un caso, los versos de
Hernández nombran a personas o calles, presencias que parece querer
materializar en la página con solo enunciarlas. Se alude en los poemas a hechos
o detalles del pasado, en la mayoría de los casos de un modo directo, con
versos sencillos que en casi todos los casos eluden el vuelo metafórico: las
palabras son directas y primordiales. Flamengo es uno de los primeros
poemas del libro:
Flamengo
existen todavía
los clubes deportivos
Flamengo y Barcelona
en la liga de Ovejería?
para los que no recuerden:
el primero de la Guajardo
el segundo de La Trinchera
en la prehistoria del Flamengo
hubo un club en la Guajardo
que se llamó Borussia
Flamengo puede ser paradigma
de algunos de los planteamientos estilísticos del libro: una voz poética
cercana a la del autor (que en muchos casos se lee como si fuese una voz
narrativa) pregunta a un colectivo de personas no identificado, pero que el
lector entiende que son sus amigos y vecinos de Ovejería, por alguna persona o
lugar del pasado. El poeta quiere dejar constancia de una realidad que vivió o de
un lugar que pisó, como ya he apuntado, y en muchos casos desea que el recuerdo
sea una enunciación de nombres más que de sensaciones: «En la prehistoria del
Flamengo / hubo un club en la Guajardo / que se llamó Borussia». Es cierto que Ovejería no es un poemario de versos
aislados (sería muy difícil encontrar en el libro un verso memorable), y en
muchos casos tampoco es un libro de grandes poemas sueltos; en realidad
funciona más como conjunto, como largo recuerdo hilado en casi trescientos
poemas. En este sentido me ha recordado su lectura a Yo me acuerdo de George Perec, libro con anotaciones
como ésta: «Yo me acuerdo que Colette era miembro de la Real Academia de
Bélgica». En los dos casos, la enumeración de recuerdos contiene claves personales
que el lector no conoce del todo, pero intuye, y en la no explicación de por
qué elige un recuerdo y no otro recae gran parte del misterio compositivo. Ovejería es un libro para leer entero y
no para abrir al azar y leer poemas sueltos.
Los poemas de Ovejería parecen agruparse en series temáticas que, sin aviso, se
van dando paso: la evocación del colegio, del aeródromo, del río, de las
calles…
Reproduzco un poema que habla de uno
de los profesores del colegio que también (aunque no es lo normal aquí) tiene
un poso político:
el Peter
hay posiciones irreconciliables
(tal como ocurre con Pinochet)
sobre su legado sobre su gestión
sobre su manera de hacer escuela
golpeó a muchos niños y niñas
se emborrachaba para los bingos
ex alumnos cobraban venganza
(grande Chico Melo)
rodeados x metros cuadrados de pilsen
algunos agradecen los coscachos del
Peter
otros los justifican y aplauden
hay otros a los que nos parece el
Peter
signo de violencia impunidad
también hay personas que piensan
que los niños y niñas maltratados
eran responsables y se lo merecían.
Antes he hablado de Jorge Teillier y
también de George Perec, el mismo Leandro Hernández nos pone sobre la pista de
otra posible influencia en un poema corto llamado Spoon river:
Spoon river
no es
Spoon river
es Ovejería
ribera este
del río Rahue
No he leído Spoon river de Edgar Lee Masters, pero sé que en este
poemario hablan los muertos del cementerio sobre los habitantes de un pueblo
norteamericano. Busco algún poema en internet y me encuentro con que comienzan
con preguntas sobre algunos de los habitantes de la población. Por ejemplo, así
empieza La colina de Masters: «¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y
Charley, / El débil de voluntad, el fuerte de brazo, el payaso, el borrachín,
el luchador?»
Éste es uno de los poemas de
Hernández: Tres pisos // y de Tres
Pisos / alguien se acuerda? // y de su hermano?
En Ovejería el lector español se puede encontrar con muchos chilenismos,
y la verdad es que aunque a veces no entendía algunas palabras me gustaba su
lectura (palabras como: guata, chomba, maicillo…)
Como ya he comentado al principio,
creo que este poemario funciona como artefacto intercomunicado de una página a
otra, y que la lectura de algún poema suelto puede causar en el lector una
sensación de impenetrabilidad en las claves personales propuestas. Los poemas
que más me gustan son aquellos en los que la voz poética reconstruye anécdotas
del pasado, o cuando al final de lo colectivo (calles, río, colegio, tiendas…)
se pasa a lo personal y Ovejería se
convierte en cierto modo en un ajuste de cuentas o conversación con el padre
muerto (el poema que dejo abajo, Cordero, toma la voz poética del
padre) o con una vecina (pionera de la población), llamada la señora Hortensia.
Reproduzco para finalizar algunos de
los poemas que más me han gustado del libro:
restorant
estoy en primero o segundo básico
mis padres ya han concretado
en esto de poner un almacén
al lado de la escuela
mi padre me comunica que ese día
almorzaré en un restorant
me enseña lo que debo hacer
lo que debo decir
cómo debo pagar
me pasa un billete
estoy emocionado
finalmente resulta ser
el restorant "La Feria"
estaba todo ya conversado
raro pero también inolvidable
termino mi comida sentado
a una mesa solo
de postre: duraznos con crema
la amable señora me pregunta
si deseo repetición de comida
no gracias
me pregunta si quiero más postre
sí encantado
el gesto de ofrecer
repetición de postre
merece todas las memorias
termino de comer
sentado a una mesa solo
saco el dinero y pago
alguien me recibe el billete
y me voy a la escuela
sin esperar el vuelto
Ovejería y
el agua (V)
teníamos en la Guajardo
una piscina al borde de un risco
por ella la planta de agua potable
vaciaba a diario su superávit
nos bañamos en esa piscina
al borde de un abismo
por el que una vez caímos
Cordero
llevo treinta días borracho
luego de perderlo todo por segunda
vez
es como resucitar para volver a
morir
mi ex mujer y mi hijo están a mil
kilómetros
me vine de Santiago mojado
un temporal preparaba un aluvión
es fines de mayo del noventa y tres
en las calles de la Guajardo han
abierto
zanjas para poner el alcantarillado
hoy he decidido dejar de tomar
como lo he hecho innumerables veces
solo que esta vez será para siempre
limpio mi casa y baldeo el piso
sucio
abro las ventanas como las zanjas
las calles
parecen trincheras en las que se
acumula el barro
no puedo dormir tranquilo despierto
transpirando como si un aluvión
surgiera
del síndrome de abstinencia
intento cerrar los ojos pero hay
imágenes
que no me dejan veo pasar mi vida
borracha
tambaleándose para caer en una zanja
cada zanja es un grito sordo cada
grito
un par de pies que se acalambran
sudo frío
tercianas y me levanto a cerrar las
ventanas
las ventanas son las zanjas
afuera hay un aluvión y dentro mío
hay una alcantarilla que revienta
las vecinas me alimentan me saludan
me felicitan por verme sobrio bien
don Hernán muy bien vecino siga así
no lo soporto no soporto esta sed
sólo podría apagarla un aluvión
El delirium tremens me expulsa
de la cama húmeda
algo me persigue y me empuja
a salir a las calles embarradas
a saltar las trincheras abiertas