Revista Cine
Director: David Albala
La segunda película que vi este 2020 es "Pacto de fuga", segunda película de David Albala pero su primer largometraje de ficción luego de un documental que hizo el 2005. Esta la fui a ver porque me invitaron mi hermana y mi abuelo. A propósito de esta película surge un tema interesante centrado en su financiamiento. Ya no recuerdo muy bien los números pero de su presupuesto total solamente alrededor de un 10% provino de fondos concursables, básicamente la única fuente de financiamiento para el cine chileno emergente, fondos siempre muy escasos (especialmente con gobiernos que no creen en la cultura) y que condicionan malamente a las producciones, obligándolas a esperar un año o dos para saber si ganaron una postulación y con esa base buscar financiamiento en otros lados, y si no ganan nada es casi como tirar todo ese tiempo a la basura. Es decir, si quieres hacer películas y no eres de Fábula la tienes muy pero que muy complicada. Yo pienso que hay que apostar por marginarse de esos malditos sistemas de financiamiento que hacen precario el proceso de creación y producción del cine chileno, y buscar en otros lados. El mundo privado suena muy feo pero es así como David Albala reunió los dos millones de dólares que realmente construyeron esta película, y con total libertad creativa como ha señalado en entrevistas, aunque se demoró unos ocho años en todo el proceso. El paso siguiente, sin embargo, no debe ser otro que la autosustentabilidad. Nunca he comprendido del todo aún cómo Fassbinder y su grupo lograba financiar sus películas. Al principio lo hacían con las ganancias de su compañía de teatro; con el premio de festivales y las recaudaciones iban aumentando su capital cuando ya comenzaron a hacer cine; sé que obtenían fondos no sé si del gobierno alemán o de las ciudades, pero supongo que a medida que crecía el prestigio de la obra fassbinderiana, productores privados se acercaban para apoyar financieramente los siguientes proyectos. Quizás no he leído tanto sobre su vida y obra como debería, considerando que es literalmente el cineasta de cabecera de este blog y de quien escribe. Una conclusión clara, eso sí: a las ayudas estatales se les hace la cruz, pues castran el proceso y además en sus requisitos no apoyan proyectos filmados en celuloide, y así no poh, sin mencionar que no están pensadas para realizadores y realizadoras emergentes, sino para productoras ya plenamente establecidas, siempre las mismas dos o tres.Sobre la película en sí misma, nos cuenta la historia real de los presos políticos que escaparon de una prisión en las postrimerías de la dictadura militar del tirano Pinochet. La película es buena y en general está bien ejecutada, es una correcta y solvente historia de encierro y fuga, narrada de forma fluida y tensa, con sus momentos de humor, con sus códigos y lugares comunes (hábilmente dosificados para que el visionado no se sienta forzado), algunas secuencias muy bien logradas, unas cuantas imágenes también excelentes, todo excepcional en el verdadero sentido de la palabra porque a pesar de sus destellos de calidad e incluso brillantez, la puesta en escena de Albala es algo mecánica y más que todo funcional, sin una idea estética central que defienda cualquier tipo de saludable variación visual, lo que se evidencia con imágenes que no se entienden por sí mismas ni se acoplan a las otras (especialmente en las escenas de diálogos, que abusan de primeros planos que nada aportan en términos dramáticos), y, por supuesto, un montaje simplón y que a ratos se hace confuso, como si se sintiera obligado a usar cada toma porque sí, interrumpiendo y estorbando la excelente labor del reparto (escenas de diálogos otra vez: inútiles cortes de plano/contraplano... ¿se le tiene miedo a una imagen que dure más de treinta segundos?), sin duda lo mejor de la película y también del guión, pues son los personajes (y, como se dijo, sus actores) los que sostienen el relato, amén de sus certeros retratos tanto en lo emocional como en lo narrativo. El relato en sí quiere abarcar varias cosas y de esta forma cae en ciertas lagunas y superfluidades, como un antagonista que realmente no hace mucho daño (un fiscal que dice cosas feas y que quiere acelerar las ejecuciones de muerte, pero que no hace mucho más salvo ser hijo de puta, pues los protagonistas ya están presos) y contratiempos que surgen abruptamente para justificar el ritmo narrativo (como la repentina y fugaz importancia del sapo, del delator, que siempre hay). Sin embargo, como se ha dicho, es una película bien hecha, manteniendo la tensión y la fluidez a lo largo de sus más de dos horas de metraje, que sobre todo demuestra dignidad y respeto, pues si bien no se esconde su vocación comercial, es apreciable y notorio que en este caso, a diferencia de otros personajes como Nicolás López o Sebastián Badilla, la calidad siempre fue el primer objetivo de su director. Que la película no vaya más allá de un producto solvente es otra cosa, pero "Pacto de fuga" ofrece un visionado que no tiene desperdicio y que además parece ser un rayo de esperanza para un cine chileno de grandes presupuestos o de públicos masivos, pues no todo puede ni debe ser comedias estúpidas e insultantes.