Revista América Latina

Pactos del mundo carcelario

Publicado el 27 octubre 2014 por Ángel Santiesteban Prats @AngelSantiesteb

Quizás muchos, como me sucedió a mí, desconocen sobre los “pactos” de la cárcel. Hombres que bajo un juramento se unen en filosofía presidiaria, en aras de protegerse contra enemigos y la dureza propia del régimen carcelario, sin más intención que sobrevivir del modo menos sufrido posible. Bajo esa filosofía, también, algunos se adelantan a las respuestas desde el mismo nombre de la alianza “Just as jauz”, algo así como “acéptame como soy”, por lo que cualquier manifestación humana es permisible. De hecho, entre todos los pactos, este es el más famoso, sobre todo después del motín en el Combinado del Este en el que, al incendiar los colchones, hubo víctimas y otros que murieron de cuchilladas tras intentar escapar de sus captores, ebrios y drogados.

Aquel motín le costó el puesto al General de Prisiones y desde entonces “los justi”, como lo castellanizaron los presos, son separados en prisiones distantes. La mayoría de los que pactan (son llamados “pactos”) se hacen tatuajes en sus espaldas, grabando el nombre de su componenda, por lo que, al ser revisados a sus entradas a una u otra prisión, son detectados y diseminados de forma tal que no puedan organizarse.

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En la prisión 1580 vi a integrantes de esos tratados subiendo por los techos para tomar venganza para algunos de sus miembros, o intentando alcanzar el control ante otros pactos que dominan la galera. Cuando sucedía, sonaba la alarma de combate entre la fuerza militar que custodia la prisión, que rodeaba el penal con armas largas, y entraba un grupo antimotín que, a golpe de porrazo, fracturas de huesos y heridas físicas, retomaba el control y doblegaba a las partes en pugna.

Y, en medio de ese privilegio, corría la suerte del preso político Piloto Barceló (lanzó octavillas en la Plaza de la Revolución), quien — enfermo, con sus huesos pinchándole su endeble piel de tal modo que por momentos parecía que saldrían esos huesos a la intemperie, y por lo que se ganó el apodo de” Carabela”– sobrevivía a las circunstancias expuestas, pues como yo estaba sancionado por un delito común (escándalo público), precisamente para no darnos tratamientos diferenciados. Aprendieron, después de la experiencia carcelaria de los 75 opositores apresados durante la llamada “Primavera Negra” de 2003, que no debían darnos esa jerarquía, pues les obligaba a conceder mejoras que no estaban dispuestos a dar.

Desde mi barraca rezaba por él. Le encomendaba a Dios su salvación, mientras sentía correr por los techos a esos convictos dispuestos a tomar la vida de otros que se encuentren en su camino. Cuando se aplacaba la situación, escuchaba el grito de Piloto preguntando por mí. Tenía que responderle, porque si no escuchaba mi voz, amenazaba con permanecer gritando hasta que fuera necesario.

A pesar de todo, ese fue uno de los regalos que me entregó esta experiencia y fase de rebeldía por nuestros principios y sueños, más el apoyo de los masones y de algunos presos comunes solidarizados con nuestra lucha.

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Ángel Santiesteban-Prats

Prisión Unidad de Guardafronteras. La Habana. Octubre de 2014.


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