Yo creo que los árboles nos miran
bajo el cielo esta mañana de otoño,
arropados por el frío, dormidos
y atentos a nuestro olor animal.
Noto sus muecas de estapnto y sus ojos
fijos en nosotros, atentos, llenos
de hojas y de higos y de almendras tiernas,
empapados de aceite y de azúcar,
oferentes, sumidos en la espera
del sufrimiento, hechos al vacío
de los caminos de tierra, del monte,
de los paisajes unánimes, sucios
en el amanecer pero tocados
por la lluvia nocturna, por el mar
de una noche perpetua, por el sol
que les otorga el misterio y la luz,
por la tierra áspera que los sustenta.
Yo creo que los árboles nos miran
en efecto, con sus ojos de lluvia
como si no perdonaran la vida
y nada en el cielo y en la tierra
les importara.
...................Y si miran los árboles,
todo el paisaje resulta nuevo,
tierra y cielo, y el olor de la vida
bajo nuestros pies, muy cerca del sueño
y de la noche, muy cerca del miedo
y de la verdad, muy cerca de todo
y tan lejos de nuestra propia casa.
Pascual García