Están por ahí, acumulando polvo e impaciencia: A barlovento de Banks. Del mismo también está El Algebraista; de Reynolds tengo el Abismo de la absolución; de Peter Hamilton, La estrella de Pandora; Orcos, de Stan Nicholls; El imperio final, de Brandon Sanderson, con lo puñetero que resulta el inicio de una tetralogía, cosa que ocurre con el de Hamilton, solo que en esta caso es menos grave, tan solo son dos. Y aunque la esperas para concluir las historias me saben a patada en los mismísimos, casi prefiero tenerlos todos juntos y zampármelos de golpe. Y se me quedan en el tintero, pero es que son muuchos...
Todos ellos prometen aunque a veces también te la meten. Algunos de ellos alcanzan precios sustanciosos. Casi todos están insertos en líneas narrativas más amplias que debes conocer para erigirte en Maestro del Contexto e Intérprete Supremo de las Alusiones. Todos soslayan la realidad cotidiana para meterte en algún mundo de Oz, con todo el entusiasmo y felicidad por tu parte. Algunos de ellos son crudamente tecnófilos o especulativos.
Cuando pienso que me los leeré me entra vértigo ocular. Ignoro si tendré bastantes píxeles visuales en mi córtex para ponerles color y relieve, así como espacio de memoria para personajes y situaciones. Y si las tramas no me superarán, ya sea por incompetencia mía o del narrador. Con el precio que tienen espero que no sea por lo último.
Ah, y también están dos clásicos que no había leido y he pillado de saldo: Alas nocturnas y El rebaño ciego, de Silverberg y Brunner, respectívamente, por aquello de mantener el contacto con los orígenes. Alguna de vampirillos, por aquello de la adicción al mordisquito
Por no mencionar los ensayos de ciencias, geopolíticas y demás hierbas ladrilleras. La cuestión es que no sé bien cual abordar por exceso de oferta, que mi casa ya parece la librería municipal.
Un saludín empalagado.