Pico picapinos en el parque Eugenia de Montijo de Madrid
Javier Rico
Aver Aves se apuntó hace unos días al Gran Fin de Semana del Pajareo Urbano (#PajareoUrbano, etiqueta en redes sociales), impulsado por la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). Gran iniciativa, réplica en parte de otra con larga tradición en el Reino Unido, el Big Garden Birdwatch. El objetivo: comprobar y demostrar la gran variedad de aves que hay a escasos metros de nuestras casas y, evidentemente, disfrutar con la actividad. Una actividad ideal para hacerla en grupo, en familia, con amigos, y directamente desde casa, desde donde anotamos, así, para empezar: gorrión común, colirrojo tizón, paloma torcaz, paloma doméstica, mirlo común, estornino negro, cotorra argentina, urraca y cigüeña blanca.
Nueve especies de aves vistas desde la ventana de un piso situado en medio de uno de los distritos más populosos y hormigonados de Madrid, Carabanchel. Las personas asiduas a este blog recordaréis que desde nuestro hogar hemos anotado también gaviotas sombría y reidora, lavandera blanca, buitre leonado, cernícalo vulgar, grulla común, abejaruco, jilguero, verderón… Con este bagaje, encantadas que estábamos de participar en el primer Gran Fin de Semana del Pajareo Urbano.
Un asiduo durante todo el paseo: colirrojo tizón
El finde pajarero dio más de sí, ya que aprovechamos para salir a la calle y visitar los jardines y parques más cercanos a casa, y así ampliar la lista de especies y los momentos de gozo. No obstante, os animamos a entrar en Twitter con la etiqueta #PajareoUrbano y disfrutar con las observaciones y fotos que subieron las personas que participaron en la iniciativa. Sin duda, uno de los grandes triunfadores fue el colirrojo tizón, tan activo ahora en busca de comida entre las urbes calentitas. Y a pesar de los datos que desde la revista Ardeola alertan de una bajada de petirrojos invernantes en la península, este simpático paseriforme de pecho anaranjado no faltó a muchas citas.
El mosquitero común, otro habitual de los inviernos urbanos, no anduvo muy a la zaga del colirrojo tizón. Anotamos al primero, junto al carbonero garrapinos, en el primer y recoleto parque que nos encontramos al salir de casa. Seis pinos (había ocho, pero un mal mantenimiento del Ayuntamiento de Madrid ha conllevado la tala de dos de ellos) y cien metros cuadrados de césped dieron de sobra para presenciar las piruetas de las dos especies citadas.
Abubilla en las praderas del parque de Las Cruces
Luego nos fuimos a los jardines que rodean al edificio que alberga un nido artificial de halcón peregrino. Aún no había llegado su inquilino (es un poco pronto), pero carboneros comunes y herrerillos capuchinos se encargaron de amenizar la visita. Cerca queda el parque Eugenia de Montijo, donde, aparte de contar con la presencia muy confiada de aves ya anotadas (mirlo y colirrojo, principalmente) añadimos mito, abubilla, herrerillo común y lavandera blanca. No está mal, 17 especies casi sin despeinarnos. Pero hay más, porque sin salir del parque, con la algarabía de unos partidos de fútbol a diez metros, un pico picapinos nos demostró sus habilidades de pájaro carpintero buscando comida entre la corteza de las ramas de unos chopos. En el entorno le acompañaban pito real, agateador común, gorrión molinero, grajilla y petirrojo. Veintitrés.
Gaviotas reidoras en el estanque del parque de Las Cruces
La siguiente parada la hicimos en otro parque, el de Las Cruces, un clásico de nuestras salidas pajareras. Y, cómo no, el estanque dio para disfrutar con ocas, ánades azulones y gaviotas reidoras (es fácil que se sumen en otros momentos cormoranes comunes y gaviotas sombrías), pero sobre todo con el pequeño zampullín común. Con el plumaje de primavera casi completado, la silueta de un único ejemplar avanzaba como atemorizada ante las impertinentes gaviotas reidoras. Pero él a lo suyo, zambullida va y viene para llenar el gaznate. Aparte de lo ya visto y oído, divisamos a otra especie habitual del picoteo en grupo en el suelo, el pinzón vulgar. Veintiocho.
Cernícalo vulgar encaramado en una antena
Y quedaba el remate. Lo bueno que tiene aficionarse a la observación de aves es que acabas conociendo sus hábitos, sus querencias, sus aficiones… Vamos, que con algunas casi te citas para hacerles una visita y preguntar qué tal les va. No podíamos volver a casa sin acercarnos a ver al cernícalo vulgar, un pequeño halcón al que le encantan las cornisas y antenas de ciertos edificios lindantes entre los distritos de Carabanchel y Latina. Y allí que le vimos, pero con sorpresa. Tres ejemplares andaban a la gresca por vete tú a saber qué extraña o lógica explicación. Posados, arranques de vuelos, chillidos, vuelos quebrados y de ataque… Toda una exhibición para decirnos: “la próxima vez os queremos ver por aquí con escolares o familias para mostrarles lo que somos capaces de hacer”. Veintinueve.
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