Revista Cultura y Ocio
Por Mª José Fernández
En el año 1966 se llevó al cine La jauría humana, dirigida por Arthur Penn, con Marlon Brando, Robert Redford y otros actores, por entonces, de primera fila. Muchos cinéfilos de antaño aún recordaran aquella importante película, donde “todo sucede de forma progresiva, sin apresuramientos, y el patetismo de sus personajes...". Hoy en día viene ocurriendo en algunos hogares ese tipo de agresividad extrema; también en ciertas calles, a altas horas de la noche, e, incluso, por los lugares de diversión.
El deterioro social que venimos padeciendo no se ha generado en cuatro días, proviene de años de dejadez, permisividad, tedio, etc. En el siglo XX, cuando alguien presenciaba un mal comportamiento, se podía llamar al orden; sin embargo, algún que otro padre moderno, comenzaría a enojarse cuando se amonestaba a su hijo; e incluso, él mismo, instaba al niño a seguir fastidiando al tiquismiquis de turno.
No hay que olvidar que, a mediados del citado siglo, también proliferaban los padres dictadores. Lo supe desde muy jovencita. Fue una noche, estando de visita, cuando vi a un padre castigar con severidad a su hijo: le ordenaba acostarse sin probar bocado, tan sólo por llegar cinco minutos tarde, cuando, en ese momento, venía de llevar a su novia a casa... Hoy día, en muchos hogares, se ha pasado al extremo contrario: “Ni tanto ni tal calvo” nos sugiere la sapiencia popular; e, incluso, el mismo Aristóteles nos da a entender que “en el término medio está la virtud”.
Les invito a sentarse en una terraza concurrida en época de feria, en ella se puede percibir cualquier tipo de conducta pasada de rosca. Como contrapartida, los hijos mayores, acuden a casa a las horas que mejor les convenga: bien o mal divertidos.
Cualquiera diría que la persona está mejor que nunca. No obstante, la sociedad no es estática, sigue su curso... Últimamente hemos entrado en una dinámica un tanto peligrosa. Los hijos están cada día más alejados: Muchos padres tienen que cubrir unas necesidades económicas que les ocupan gran parte del tiempo.
A menudo saltan a la calle los problemas familiares: el chico crece, en cierto modo dejado o alejado de los suyos y, cuando llega el momento del cambio, se siente aún más incomprendido; por ello, en cuanto puede, se independiza, los pocos que se lo puedan permitir; si esto no ocurre a su debido tiempo, entonces pudiera agudizarse la ya deteriorada convivencia.
A veces los nervios se tensan en los hogares con los episodios del cada día: El ambiente tiende a enrarecerse en alguno de ellos porque, al padre, le han despedido del trabajo y la madre anda con la abuela arrastras, casi en puertas de irse al otro barrio, y la mujer no gana para sustos; además está de los nervios, entrando en la menopausia, no duerme por las noches, preocupada: por su salud, por no saber dónde estará su hijo o si podrá ir a trabajar mañana con el fin de aportar algún dinero extra, etc. De ese modo, los habitantes de la casa, van entrando en una espiral peligrosa, de huída hacia adelante: el padre de familia comienza a evadirse con la bebida, la mujer con los fármacos, y el hijo hace más vida que nunca en la calle.
Cuando regresan, cada uno por su lado, se sienten como tres islas en el hogar. Algún día puede que se escuche que a la fulanita le ha pegado su marido y ella le ha respondido con una querella; o, tal vez, que han detenido al chico entre malas compañías: bebiendo, chutándose e, incluso, violentando a las muchachas. Mas, éste, abusa porque sabe que no tiene un futuro cierto... y se evade con sus amigos en la manada: como pájaros en bandada, a la que él considera más importante que a su propia familia; de vez en cuando asiste a alguna manifestación y se posiciona: pronto aprenderá a despreciar al resto, el que no piense como su grupo.
Lo siguiente sería intuir que sus padres, dentro de nada, se harán viejos y tendrá que hacerse cargo de ellos; tiene claro que, si no se han ocupado de él en su momento, no va a cargar con el equipo y siente la necesidad de dar el salto. Habla con su cuadrilla y se queda en hacer algún que otro negocio de extranjis... (Así pudiera llegar cualquier joven de hoy día al tráfico o consumo de droga).
¿No os habéis parado a pensar que –detrás de esta sociedad cada vez más desestructurada, triste y decadente– hay quienes sacan beneficio de la debilidad humana? El hombre se hace fuerte en familia, mediante la cultura, el trabajo, la educación, manteniendo los valores humanos etc. De otra forma, cualquiera sería presa fácil para ser captada por las mafias; manipulada por los poderosos de turno, con fines políticos, económicos, sociales, etc. Un puro objeto de mercado que será arrumbado o desechado cuando nada tenga que ofrecer a la sociedad.
Llegado el momento, si la persona no muere de manera fulminante, se verá añosa, enferma o cansada; será entonces cuando nos daremos cuenta de que lo más importante es el Amor. Ante ese paisaje de debilidad humana, estaremos solos y a la deriva; no estará la manada, donde solamente nos ha valido para rodar por el camino. Cuando no puedas seguirla se alejarán de ti, como les ocurre a los drogodependientes; en la casa ya no existirá soporte alguno y el gobierno andará muy ocupado con sus intrigas palaciegas, agitando a las masas por cualquier asunto partidista.
Por otra parte, así no se puede continuar: En un lugar donde germina el odio social, el chantaje, corrupción; donde la cultura y los valores humanos están siendo cada día más bajos: En TV a la hora de comer te encuentras con el guirigay político de turno: amenazas, escándalos financieros, violaciones, asesinatos, etc. Vivimos en una constante pesadilla social. Y aquí tenemos a los políticos que no se hacen con el control económico, incluso nos restan derechos, ocupados en encontrar el tendón de Aquiles de cualquier contrincante para ocupar la Moncloa.
Ante este panorama desolador: ¿Qué podemos esperar de aquella gente que no nos hemos ocupado, a la que no hemos dado trabajo, ni calor de hogar, ni comprensión, ni cultura, ni valores, ni ética, ni moral? Algunos de nosotros llegaremos a viejos, al propio tiempo que ellos vayan comprobando cómo su tiempo se les pasa sin ninguna ilusión, ni visión de futuro. Esa es la juventud de hoy. Muchos de estos jóvenes van en manadas, o en bandadas: como pájaros heridos; a veces se tornan agresivos o en desbandada general. Ese es el verdadero problema de la España presente: ¡Atentos!