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Palabra de Werner Herzog

Publicado el 27 marzo 2024 por 39escalones
Palabra de Werner Herzog

<<Pertenezco a una generación en cierto modo singular en la historia. Las personas que me han precedido han vivido cambios radicales, como la transición del mundo europeo al descubrimiento de América o el paso de un mundo artesanal a la era industrial, pero en todos estos casos hubo una única gran convulsión. Yo, en cambio, aunque no perteneciera al mundo rural, vi y experimenté cómo los campos se segaban a mano con guadañas, se volteaba la hierba, se cargaban con grandes horquillas los carros de heno tirados por caballos y se conducían al granero. Había campesinos que trabajaban como los siervos en los lejanos tiempos feudales de la Edad Media. Entonces, por primera vez, vi una henificadora mecánica, todavía tirada por un caballo, que levantaba el heno con horquillas paralelas; vi un primer tractor y vi, para mi asombro, la primera ordeñadora mecánica. Fue la transición a la agricultura industrializada. Pero mucho más tarde también vi enormes campos de cultivo en el Medio Oeste de Estados Unidos, donde grandes cosechadoras que se movían en formación cosechaban campos de kilómetros de ancho. Allí nadie molestaba a aquellos monstruos. Aunque todas las máquinas seguían estando pilotadas, iban interconectadas digitalmente, había pantallas de ordenador en las cabinas y se controlaban mediante GPS, lo que permitía trazar líneas matemáticamente perfectas. Si el conductor hubiera sido un humano, inevitablemente se habrían colado lineas algo onduladas que habrían obligado a todo el convoy a realizar giros cada vez más pronunciados. Las semillas se manipulaban genéticamente. Y, más tarde, hace unos años, vi el primer ejemplo de agricultura robotizada, en que los humanos ya no intervienen en absoluto. Los robots siembran las semillas en los invernaderos, las riegan, regulan la iluminación y la temperatura, y cosechan y envasan el producto terminado, listo para vender en el supermercado.

También he vivido grandes cambios en la comunicación desde sus tiempos arcaicos. Recuerdo un empleado de la alcaldía de Wüstentot, en Suabia, a pocas horas de Múnich y Sachrang, donde más adelante mi hermano y yo vivimos un año con nuestro padre. Allí había un pregonero o heraldo. Creo que esa palabra ya no existe en alemán, pero en inglés se sigue utilizando la expresión “town crier”. Lo veía atravesar el pueblo por la carretera de Reitelberg y tocar una campanilla para llamar la atención de la gente. Cada cuatro casas se detenía y gritaba: “¡Atención! ¡Atención!”, y anunciaba ordenanzas y nombramientos públicos. Supe desde pequeño lo que eran un periódico y una radio, aunque no siempre tuviéramos electricidad. En cambio, nunca había visto una película, no conocía el concepto cine. No tenía ni idea de que existía algo así hasta que un día apareció un hombre con un proyector móvil en la única aula de la escuela rural de Sachrang y proyectó dos películas, pero no me impresionaron lo más mínimo. Tampoco había teléfonos en nuestro pueblo; hice mi primera llamada a los diecisiete años. Los televisores no existieron hasta los años sesenta, cuando vimos por primera vez un telediario o la retransmisión de un partido de fútbol en Múnich, en el piso de arriba, en la casa del conserje. He sido testigo del comienzo de la era digital, de internet, de contenidos presentados no por humanos sino por algoritmos. He recibido correos electrónicos escritos por robots. Las redes sociales han cambiado drásticamente la comunicación, aunque yo no las utilice. Los videojuegos, la vigilancia, la inteligencia artificial: nunca en la historia había habido semejante concentración de cambios radicales, ni puedo imaginar a las generaciones venideras experimentando tantos trastornos fundamentales en una sola vida.>>

*Werner Herzog: “Cada uno por su lado y Dios contra todos. Memorias” (traducción de Marina Bornas Montaña), pp. 27-29. Blackie Books, Barcelona, 2024.


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